«El Capital Intelectual es el conjunto de activos intangibles de una organización que generan valor o tienen potencial de generarlo en el futuro. «
En un mundo incierto, dinámico de cambios disruptivos, transculturización, continuo desarrollo tecnológico e hipercompetencia por la conquista de los mercados, el conocimiento se ha convertido en el factor de producción más importante, sustituyendo el protagonismo de los activos tradicionales tierra, equipos y mano de obra. Un mundo señalado por grandes cambios en las relaciones y actividades sociales y económicas denominadas por muchos la sociedad del conocimiento. Caracterizada por una dinámica sin precedentes con cambios culturales como resultado de la Gestión del Conocimiento en las personas, procesos, tecnologías y contenidos en las organizaciones.
Es así como las naciones y sus organizaciones se ven avocadas a implementar los cambios que exigen nuevas formas de gestión y transformaciones en sus modelos organizacionales para afrontar con éxito las nuevas exigencias que enfatizan la generación de activos intelectuales. Las dinámicas de competencia actuales son el resultado de la incorporación del conocimiento en todas las diferentes esferas organizacionales y sus conexiones con el entorno, donde la innovación y el talento humano son la base de la competitividad. De ahí, la necesidad de incorporar nuevos modelos de gestión, para proyectar la empresa como agente económico, apoyando la generación de ventajas competitivas basadas en la capacidad de innovación y la explotación de las capacidades de las personas en la organización. Especialmente importante, es su capacidad para atraer y retener ese talento, pues su capacidad de innovación reside esencialmente en el talento humano productivo, factor clave no solo para la obtención de ventajas competitivas sostenibles en el tiempo, sino un elemento clave en el análisis del cambio sociocultural.
Corrientes teóricas como la visión de la empresa basada en el conocimiento introducido en los años noventa por Nonaka y Takeuchi, entre otros, y aquellas de Reed y otros sobre la empresa fundamentada en el Capital Intelectual a principios de este siglo, convergen en la preeminencia de la teoría de Capital Intelectual. También adoptado crecientemente por parte de las empresas como fuente de innovación para adaptarse al entorno competitivo. El Capital Intelectual es el conjunto de activos intangibles de una organización que generan valor o tienen potencial de generarlo en el futuro. Generalmente son categorizados en: Capital Humano, Capital Estructural y Capital Relacional, bloques que son interdependientes y contribuyen al logro de los resultados de innovación y productividad.
El conocimiento que la organización consigue explicitar, sistematizar e internalizar, sus sistemas, herramientas procesos y técnicas de trabajo y el flujo del conocimiento a través de la organización y su cadena de valor conforman el capital estructural. Sin embargo, este solo puede ser activado por la destreza y el talento innovador, inmersos en el talento humano y relacional. Un mundo en el que priman la diversidad, la complejidad y la competencia requiere de la prestación de servicios de la más alta calidad y diferenciación para construir relaciones sólidas con los clientes, compitiendo sobre la base de valor y no de precios. Además de demandar la capacidad de conectar y gestionar los ecosistemas empresariales, donde la clave del éxito es la competencia, el conjunto de empresas y negocios que comparten intereses y cuidan intereses específicos mientras compiten.
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Hoy más que nunca, la empresa se ha consolidado como el bastión principal de las economías, siendo además corresponsable del bienestar de los ciudadanos, fundamentada en principios y valores que le dan orientación y propósito. Todo esto es posible únicamente con el concurso de trabajadores inspirados dispuestos a aportar sus fortalezas y virtudes para mejorar su vida laboral y personal. Los procesos de innovación son disruptivos y efectivos, en la medida en que exista el equilibrio entre la vida y el trabajo de esos colaboradores. Además, los valores sociales han evolucionado hacia una ecología humana, a un mayor equilibrio y compatibilidad entre las actividades laborales y personales para construir un proyecto de vida más gratificante. Adoptando una perspectiva más abierta hacia el potencial humano, sus motivaciones y capacidades.
El capital humano es el factor determinante en el avance de los sistemas organizacionales y del capital relacional a través de la potencialización de las relaciones con el entorno, y los resultados de gestión estratégica como el intercambio y gestión del conocimiento, el mercadeo social, la innovación y apropiación tecnológica, y la filantropía estratégica, cada vez más usadas por las organizaciones para ofertar sus portafolios e interactuar con todo su ecosistema. Referir el Capital Intelectual es evocar el futuro, el aprendizaje continuo, la innovación, la productividad y el crecimiento integrado, es hablar de competitividad.
En su interior, el talento humano es el factor decisivo en el proceso innovador que garantiza la viabilidad y prosperidad de las organizaciones. Lo que permite inferir que una política sinérgica entre la psicología positiva y la innovación, debe ser adoptada al más alto nivel estratégico, considerando entre muchos otros aportes, que diversos estudios empíricos concluyen que a mayores niveles de felicidad se pueden lograr un aumento de alrededor del 20% en la productividad de los colaboradores. Las empresas cada vez son más conscientes de que la felicidad de sus trabajadores crea un ambiente creativo que beneficia directamente la innovación. Pero más importante, su felicidad contribuye a mejorar sus fortalezas y virtudes, convirtiéndole en un ser excepcional para sí mismo, su familia, la empresa y la sociedad.
Las organizaciones pueden consolidar su capital Intelectual invirtiendo sistemáticamente en el fortalecimiento de los sistemas de formación integral, enfatizando el desarrollo de competencias blandas, el manejo creativo de las TIC y desarrollo de competencias, para entender los problemas y solucionarlos. Además, creando estrategias de liderazgo positivo, sistemas de remuneración, incentivos y premios que potencien el compromiso, la creatividad e innovación. Igualmente, es necesaria la incorporación formal de la felicidad al ADN de la cultura organizacional y la creación de un sistema de mejoramiento integrado y holístico para alcanzar la excelencia. Contrario a esto, la contratación temporal es una práctica muy común en las empresas, incurriendo en incoherencias con su necesidad de invertir en su capital humano.
Pero la crisis puede ser también una oportunidad de cambio de conciencia sobre nuevas formas de percibir el mundo. De crear nuevos modelos económicos, y de cambiar los sistemas jerárquicos de responsabilidad en la toma de decisiones y gestión en las empresas, por uno inteligente y flexible donde las personas son realmente el centro vital de la organización. Esta transición no es fácil, es más bien una misión que requiere mucho valor, altísima convicción, y sobre todo fe en el ser humano, pero que una vez se implemente consolidarán los factores esenciales de la competitividad empresarial: saber cómo, saber por qué y saber con quién, conocimiento que solo reside en las personas. Una visión centrada en el humanismo, la excelencia, la cooperación y la responsabilidad nos permitirán reencontrarnos con nuestra verdadera esencia.
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