«Las marcas que están conectadas con “lo público” deberán ser capaces de hacer correctas lecturas sobre las “pulsiones” de la ciudadanía y de facilitar la creación de códigos y mensajes que apunten a ir más allá de la recordación de marca.»
Quienes seguimos el desarrollo del marketing y las comunicaciones con enfoque en “lo público”, sabemos que cada elección de cargos es un desafío a la hora de conectar la ciudadanía. Desde el servicio público, las comunicaciones aportan con una mirada humana a las problemáticas técnicas que se discuten, y será deber de los generadores de contenido de abrazar un sentido de empatía a la hora de contar historias. “¿Por qué quieres este cargo?” es la pregunta que los equipos creativos tendrán que hacerse al menos 2 veces al día, durante una campaña.
Y si bien, es honesto reconocer que tampoco hay que caer en la tentación de sobre dimensionar lo que ocurre en las redes sociales, como ha sido la tónica de los últimos años, especialmente en algunos medios de comunicación; el ecosistema digital aún tiene la misión de ser un soporte de los trabajos en terreno, de la demostración “en el mundo real” de los proyectos que se comunican a las personas. Dicho en buen chileno: no basta con promocionar un post, primero hay que estar en la calle.
Una mirada humana nos permite ir más allá del storytelling y conectar con el «sentido común», lo que nos abre las posibilidades acceder a las personas -como indica el académico PUC Pablo Matus, desde «la apelación a ciertas ideas preexistentes en el cerebro, incluyendo la trama de otras historias ya conocidas», para tener una mirada más completa del mundo que queremos poblar con contenido y percepciones.
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La construcción de esta identidad deberá transmitir este sentido de conexión, logrando diferenciarse de sus pares con mensajes que estimulen la interacción y la cercanía. Y me permito sugerir algo más: que no contribuyan más a la instalación de este germen de la polarización que pulula en lugares como Twitter y Facebook, mientras que se acercan tímidamente a Instagram y al gigante chino Douyin, también conocido como Tik Tok.
Las marcas que están conectadas con “lo público” deberán ser capaces de hacer correctas lecturas sobre las “pulsiones” de la ciudadanía y de facilitar la creación de códigos y mensajes que apunten a ir más allá de la recordación de marca, generando valor sin caer en clichés morbosos o clickbait. Los principios se pueden “explicar en simple”. A estas acciones, hay que sumar una guerra santa a la propagación de fake news.
El monitoreo de las redes sociales es clave y será necesario formar equipos de trabajo multidisciplinarios que respondan de buena manera con las cuotas necesarias de creatividad y olfato periodístico. Dicho todo lo anterior, es probable que veamos cada vez más políticos Latinoamericanos intentando entrar a TikTok (aún con un muy relativo mayor o menor éxito), haciendo virales en cuanta red social encuentren, mientras que otros sumarán una alta participación en “lives” de Instagram, o incluso Twitch. Finalmente, las preguntas que deberíamos hacernos en la próxima reunión de planificación es ¿Qué clase de historia vamos a contar este año? y luego ¿por qué quiero contar esta historia?
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