En los últimos meses hemos escuchado de forma recurrente y en diferentes escenarios los términos transformación y transición. En todas las empresas y sectores industriales, incluyendo pymes y sector gobierno, se ha re-escrito la estrategia para el corto y mediano plazo en torno a la transformación digital (T.D.) y a la transición energética (T.E.), a pesar de que estos conceptos por sí mismos no definen el ‘qué’ y el ‘cómo’ lograr una real ventaja y crecimiento para una organización.
Es una realidad que con el crecimiento de la capacidad de procesamiento de las diferentes herramientas informáticas y la cada vez mayor penetración que han tenido las mismas en el sector industrial, se han habilitado muchas posibilidades para el procesamiento de datos y para la generación y simulación de escenarios reales, pero en el mundo digital. Es así como el concepto de gemelo digital se abre camino a pasos agigantados en los diferentes sectores reales productivos para configurar alternativas de optimización que de forma previsiva permiten identificar y controlar los riesgos, medir y hacer seguimiento al impacto de dichas optimizaciones y hasta predecir de forma precisa el comportamiento de nuestros sistemas a través de la continua interacción entre el sistema real y el sistema digital.
Para lograr una sostenida transición energética y optimización de los recursos energéticos en el marco de estas estrategias corporativas, es indispensable apropiarse de las herramientas que hacen parte del advenimiento de la transformación digital. La posibilidad de acceder a la información de consumos energéticos, por ejemplo, de una forma más expedita (monitoreo en tiempo real) junto con la capacidad de simular diferentes tipos de escenarios en el entorno digital para buscar ahorros energéticos (gemelos digitales), significan un avance importante en la búsqueda de la reducción de la huella de carbono por parte de las organizaciones pues es a través de la optimización y readecuación de sus procesos (productivos, operativos y administrativos) como se lograrán las metas trazadas en este aspecto por cada una de las empresas y por el país.
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A nivel de energía eléctrica, el consumo total país para el año 2022 fue de 76.653,73 GWh de los cuales, el 32,34% corresponde al consumo industrial y comercial (no regulado) y el 67,66% a la demanda regulada (residenciales y pequeños negocios) [fuente: Xm – es el operador del Sistema Interconectado y el administrador del Mercado de Energía Mayorista de Colombia]; en contraste con esta demanda de energía eléctrica, la demanda de gas natural para el país en el año 2022 fue de 924 GBTUD siendo el sector industrial el principal consumidor con un 31% [fuente: Sistema Electrónico de Gas – SEGAS].
Esto permite entrever que cualquier esfuerzo de optimización/sustitución energética que se realice en el sector industrial (no regulado) tendrá un impacto significativo en la demanda general de estos energéticos repercutiendo positivamente en los esfuerzos para reducir la huella de carbono en el país; por esta razón cobra relevancia, una vez más, la apropiación y aplicación de las herramientas de transformación digital en el marco de esta transición energética.
Si bien el país ha dado algunos pasos para incentivar y promover proyectos que permitan a las industrias apalancar inversiones en energías limpias, las herramientas de transformación digital permiten una mayor agilidad en la búsqueda de la optimización de la demanda energética y es aquí en donde todos estos esfuerzos deben venir acompañados también de un marco regulatorio y tarifario apropiado, ágil y flexible (componentes de generación/producción, transmisión/transporte y distribución) que permita que las industrias encuentren optimizaciones financieras en la medida que se dinamiza su demanda energética y con ello sus costos de producción, permitiendo una mayor competitividad en el marco nacional y global.
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