Cada 22 de marzo se conmemora el día mundial del agua, día en que nos preocupamos de la disponibilidad de este precioso recurso y nos preguntamos qué estamos haciendo para asegurar su existencia en los próximos años y siglos. Cada año analizamos el uso de este precioso recurso y desgraciadamente no avanzamos mucho en ideas concretas de cómo resolver el problema que se nos avecina.
Es importante en primer lugar conocer dónde estamos usando el agua dulce que está disponible en el planeta. El mayor consumidor de agua dulce es la agricultura, a nivel mundial. Según datos de Naciones Unidas, la agricultura utiliza el 70% del agua dulce del planeta, seguido por el consumo doméstico y en tercer lugar por el consumo industrial. Se estima por otro lado que el consumo global de agua en la agricultura crecerá de 19% en 2050. Es también importante mencionar que una gran parte del agua utilizada en la agricultura se pierde debido a sistemas de riego no optimizados ni tecnificados.
Podríamos fácilmente pensar que la utilización de tecnología y de la inteligencia artificial ayudaría a disminuir este consumo y las pérdidas asociadas, sin embargo, este no es el caso ya que la mayoría de los agricultores no aplican tecnología en sus campos. Esto se debe en gran parte a la configuración de la agricultura a nivel mundial donde 80% de las granjas tienen menos de 2 hectáreas, esto corresponde aproximadamente a 500 millones de granjas. Estas pequeñas granjas no están adoptando tecnología debido a su alto costo, a la dificultad de uso, a la falta de infraestructura de comunicaciones en zonas rurales y a las capacidades digitales de los agricultores. Es decir que por más que implementemos tecnología en la forma que lo estamos haciendo hoy en día, esto no solucionará el problema que enfrentamos.
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Es por eso por lo que es necesario que desarrollemos sistemas de agricultura inteligente que sean de bajo costo, que resuelvan los problemas de comunicación que enfrentamos en el campo y que obviamente sean sustentables. Llenar el campo con sensores que no sean biodegradables no hará más que empeorar el problema climático que estamos viviendo.
Por otro lado, los sistemas de agricultura inteligente que conocemos y vemos en el mercado en la actualidad no están considerando todas las variables que deben ser tomadas en cuenta para realizar un riego inteligente. La capacidad de un cultivo de captar el agua que está en la tierra a través de las raíces no solo depende de la cantidad de agua disponible, sino que de otros parámetros que no estamos midiendo o son demasiado caros de medir. Dentro de estos parámetros podemos mencionar el tipo de suelo, la especie cultivada, el pH del suelo, la salinidad del suelo, etc. Algunos agrónomos plantean que estamos muy lejos de tener sistemas de riego inteligente debido a esta falta de medición.
Podemos aplicar tecnología e inteligencia artificial para generar sistemas de riego inteligente, sin embargo, es necesario que trabajemos junto a los agrónomos y a los agricultores para conocer los procesos que permiten el desarrollo del cultivo y estudiar cómo medirlos. Deberíamos poder generar una función que nos permita simular el crecimiento de un cultivo a partir de la medición de estos parámetros.
Tenemos la tecnología y los conocimientos que nos permiten desarrollar sistemas como los que requerimos, podemos aplicar inteligencia artificial al agro y además tenemos la ingeniería para hacerlo. Necesitamos trabajar coordinadamente en este tema teniendo en mente la sustentabilidad y la conservación del agua.
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