«La innovación es una disciplina que se puede entrenar y que tiene procesos y herramientas que se pueden dominar en el tiempo.»
Corría el año 2009 y trabajando con la agencia de desarrollo económico de Chile – CORFO – impulsamos una iniciativa para probar cómo alentar a las empresas chilenas a innovar y crear nuevas empresas utilizando la innovación abierta. Para desarrollar esta iniciativa, tuvimos el privilegio de traer al padre del concepto de Open Innovation, Henry Chesbrough, profesor de la escuela de negocios de la Universidad de California, Berkeley.
En su primera presentación a un grupo de ocho empresas que participaron de este programa, el profesor Chesbrough colocó una lámina que decía: “Las empresas que no innovan mueren y la mayoría de las innovaciones fracasan”. ¡Qué desilusión! No fue precisamente el comentario positivo que esperaba para entusiasmar a estos participantes que se estaban formando en este camino de la innovación y que tanto nos había costado convencer que se sumarán a esta iniciativa.
Henry siendo un destacado y experimentado profesor en la materia, sabía perfectamente el impacto que tendría su provocación y esa lección me ha acompañado hasta el día de hoy con cada cliente que trabajo en sus desafíos de innovación.
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Póker vs Ajedrez
Es cierto que innovar no es fácil, pero muchas cosas que intentamos por primera vez nunca lo son. Ya lo decía Johann Wolfgang von Goethe con la frase “Todo es difícil antes de que se vuelva fácil” y este caso no es la excepción. La innovación es una disciplina que se puede entrenar y que tiene procesos y herramientas que se pueden dominar en el tiempo, pero requieren una mentalidad diferente y esto es el segundo mensaje que nos dejó Henry con su ejemplo de la diferencia entre jugar póker y ajedrez.
El ajedrez es un juego de estrategia, donde toda información del juego está disponible para los dos jugadores en el tablero y el desafío es poder proyectar la mayor cantidad de jugadas hacia adelante para modelar un árbol de decisión que va dándole forma al juego. El póker es muy diferente. La información está fragmentada y dispersa, por lo que cada jugador, a partir de lo que está en su mano y en las cartas de la mesa, debe decidir si aumenta la apuesta o hace la pérdida y empieza otra ronda.
Los procesos de innovación, nos decía el profesor, son más parecidos a un juego de póker que de ajedrez y la forma cómo los enfrentamos hace toda la diferencia. Cuando queremos innovar hay muchas preguntas para las cuales no tenemos respuesta clara y necesitamos estructurar un proceso ordenado para ir explorándolas de la forma más económica y rápida posible.
El desafío es ir develando el juego de la innovación en iteraciones sucesivas que, en la medida que vayamos obteniendo información más confiable, podemos aumentar el compromiso de recursos que nos permita llegar a nuestro objetivo. Si no es así, dejamos ese camino hasta ahí y buscamos otro lado.
Lamentablemente nos preparamos y estructuramos para jugar ajedrez todos los días en nuestras organizaciones y cuando aplicamos esa lógica a la innovación, está fracasa. ¿Cómo hacemos para desarrollar la flexibilidad de ser ajedrecistas y jugadores de póker al mismo tiempo? Ese es el desafío de instalar la gestión de la innovación como una disciplina y da para escribir una siguiente columna.
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