A lo largo de la historia, hemos sido testigos de numerosas tecnologías que han tenido un profundo impacto en la humanidad. Desde el dominio del fuego y la creación de las primeras herramientas de metal hasta la invención de la rueda y la navegación a vela, muchas innovaciones han dejado su huella en nuestra evolución. En tiempos más modernos, se destacan hitos como la imprenta, la penicilina, la anestesia, la electricidad y los electrodomésticos, entre otros.
No obstante, en los últimos 30 años, hemos presenciado un avance sin precedentes en la tecnología, transformando radicalmente la manera en que vivimos, trabajamos, aprendemos y nos relacionamos. Este período marca el comienzo de la Cuarta Revolución Industrial – 4RI, cuya velocidad y alcance superan con creces cualquier cambio anterior experimentado por la humanidad. En este corto lapso, hemos asistido a la llegada de internet, la popularización de los computadores personales, la expansión de las redes móviles y, más recientemente, la aparición de los teléfonos inteligentes y las redes sociales. Estamos inmersos en una transformación continua que redefine nuestro mundo de maneras inimaginables.
Cambios que trae la 4RI
Actualmente, se anticipa que en la próxima década los cambios serán aún más rápidos y asombrosos. Estamos en el umbral de la convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas. Entre las innovaciones que se perfilan destacan la Inteligencia Artificial (IA), la Realidad Aumentada (AR), la Realidad Virtual (RV), el Internet de las Cosas (IoT), la Impresión 3D, los Vehículos Autónomos, los Drones, la nanotecnología, la biotecnología, la generación y distribución descentralizada de la energía, así como la tecnología blockchain, por mencionar algunas. Estamos encarando un futuro donde la innovación se encuentra en constante evolución y promete transformaciones aún más profundas.
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En estas primeras etapas, todavía estamos en proceso de comprender los efectos, tanto a nivel individual como en conjunto, que conlleva la adopción de estas tecnologías. Existen numerosas incertidumbres y oportunidades que envuelven su desarrollo. Por consiguiente, todos los sectores de la sociedad, incluyendo gobiernos, empresas, academias y la sociedad civil, comparten la responsabilidad de colaborar en la comprensión de estas tendencias emergentes.
Para ilustrar estos desafíos y las incertidumbres asociadas, podemos tomar como ejemplo las investigaciones y debates que tienen lugar en la Universidad de MIT sobre vehículos autónomos. Estos vehículos están equipados con inteligencia artificial y tienen la capacidad de tomar decisiones con una velocidad de reacción superior a la de un ser humano. Sin embargo, surge una cuestión ética crucial cuando se trata de programar estos vehículos para situaciones de toma de decisiones que involucran vidas humanas.
Un dilema ético se plantea cuando el vehículo autónomo se enfrenta a la elección entre proteger a los peatones o a los ocupantes en una situación de emergencia, como cuando peatones cruzan inesperadamente su camino. ¿Debería el vehículo priorizar la protección del mayor número de vidas, o se deben incorporar criterios como la expectativa de vida, la capacidad de procreación, la productividad de las personas o el respeto hacia los adultos mayores? La respuesta a esta pregunta varía ampliamente y depende de la edad, el género y la cultura. Por ejemplo, las culturas orientales tienden a otorgar un mayor valor y respeto a los adultos mayores en comparación con otras culturas, mientras que el pensamiento occidental tiende a priorizar la protección de los niños en situaciones peligrosas.
Este ejemplo ilustra la complejidad de encontrar la mejor solución en un contexto en el que la tecnología supera en capacidad de discernimiento al ser humano, y donde factores éticos y culturales desempeñan un papel fundamental en la toma de decisiones.
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