¿Podrán las máquinas imitar a los humanos al punto de reemplazarlos?
Es una interrogante apocalíptica y obsoleta que debería replantearse. Mejor sería preguntarnos, ¿es posible que humanos y máquinas se entiendan cada vez mejor hasta lograr un grado de comunión que nos facilite la vida a todos? La respuesta es sí. Las máquinas deben desarrollarse siempre para servir a los humanos, no lo contrario.
Cuando digo máquinas me refiero a hardware y también software. Desde robots de asistencia y compañía japoneses, hasta prótesis mecánicas que devuelven la movilidad a personas con discapacidades severas y asistentes virtuales que nos acompañan en el auto o se encargan de encender las luces apenas cruzamos el umbral de la puerta, son algunas de las funcionalidades más recurrentes.
Existen muchos ejemplos más complejos: recuerdo a Oscar Pistorius, el atleta sudafricano que corría con prótesis en sus dos piernas fue medallista olímpico en varias ocasiones, solo superado por Liam Malone, un velocista británico al que le amputaron las piernas con apenas cinco años.
La vida de ambos cambió para siempre gracias a estas prótesis, que con base en el uso y entrenamiento constante logran adaptarse al resto del cuerpo para trabajar en conjunto. En este caso, la inteligencia artificial emplea algoritmos preparados para entender las intenciones de los usuarios y traducirlas en movimientos concretos. La IA detecta la actividad muscular a través de sensores y los vincula con los patrones humanos de marcha.
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Años de investigaciones dentro de la rama biomédica han servido para poner en práctica estos avances. Cómo ven en este ejemplo, no se trata de reemplazar seres humanos por máquinas, sino de construir un vínculo entre ambos, incorporando una herramienta mecánico- tecnológica que mejore su calidad de vida. Lo mismo ocurre con plataformas de bancos y hospitales que posibilitan el agendamiento en línea, evitando aglomeraciones en sus agencias o centros médicos. Sus softwares deben desarrollarse según las necesidades de la gente, apuntando a resolver problemas cotidianos: tiempos de espera excesivos, largas colas o agendas llenas.
No podemos soslayar el hecho de que la inversión en tecnología es una obligación para cualquier institución prestadora de servicios, pues de eso dependerá su crecimiento. En 2019 estudios revelaron que el 25% de interacciones que suceden en un negocio fueron automatizadas con inteligencia artificial. Actualmente, con el 90% de compañías planeando desplegar inteligencia artificial en sus procesos, el porcentaje se incrementará en 15 puntos para el 2023.
Para el año que comienza las empresas deben dirigir su inversión hacia mejoras en la experiencia de cliente. Nos enfrentamos a usuarios y consumidores más informados y activos, 67% de ellos desean encontrar respuestas a sus preguntas de manera autónoma. Para ello trabajar, en perfeccionar la interrelación entre seres humanos y agentes inteligentes es imprescindible e impostergable.
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