La universidad del siglo XXI debe saber que la única manera de afrontar los retos y las oportunidades de insertarse en un mercado local y mundial, es, sin duda, a partir de la construcción de alianzas estratégicas, eficaces y confiables con la empresa y, por ende, con la sociedad. La relación academia-empresa-sociedad debe entenderse como natural, co-sustancial, de interdependencia mutua y de co-responsabilidad social. Los desafíos de la competitividad para las empresas y las organizaciones del mundo de hoy, no se hacen esperar.
Las dinámicas y las urgencias de cambio en los sistemas de producción, de información, en los tiempos, procesos y movimientos de la organización obligan entonces a la capacitación contante, a la actualización oportuna, de calidad, inmediata y especializada de los colaboradores de una organización en todos sus niveles. Ello supone, que las empresas públicas o privadas, deberían siempre contar con destinación de recursos suficientes, con programas, planes y estrategias permanentes de capacitación de su talento humano, y no sólo en las funciones propias de su labor, sino, especialmente en programas de educación continuada que provean al colaborador de los elementos fundamentales para el desarrollo de sus habilidades técnicas, de sus competencias ciudadanas y sociales, y de las orientaciones éticas y sociales para promover un desarrollo integral y ciudadano.
“El conocimiento, la investigación, el desarrollo, la innovación (I+D+i), las prácticas, la experiencia y la capacitación permanente son principios claves de la calidad, la pertinencia y la sostenibilidad de las organizaciones, de la universidad y de la sociedad”
La educación ejecutiva:
de calidad trabaja hoy desde dicha perspectiva: capacitación técnica especializada; pero además en el desarrollo de competencias genéricas y específicas disciplinares o laborales, como en los necesarios y casi urgentes componentes de una formación socialmente responsable, ética y comprometida con la sociedad, las organizaciones y el planeta. Principios básicos y distintivos de la Educación Ejecutiva: formación de alto nivel, técnicamente especializada, disciplinarmente competente y éticamente orientada.
Desde aquí, se comprende y asume que una amplia oferta en educación continuada se centre, especialmente, en la capacitación de un nuevo recurso humano que es, sin duda, el baluarte principal de una organización, que asume la necesidad de capacitarse permanentemente en la operación especializada, pero también en las competencias laborales y sociales y, obviamente como líder desde su función, que igualmente asuma su compromiso ético, de responsabilidad con la sociedad, el país y el mundo.
Educación Continuada a los empleados:
Hoy asumimos que la educación continuada debe superar la vieja “idea” de “entrenar” a los empleados de una empresa que trabajan “bajo presión” a formar colaboradores y líderes activos y dinámicos que construyan y mejoren los procesos de la organización, que expresen alegría, mística, empoderamiento y compromiso no sólo con la empresa donde laboran, sino que se asuman ellos mismos como actores fundamentales y ciudadanos responsables en la construcción de un nuevo país y de una nueva sociedad.
Los términos “investigación”, “desarrollo”, “innovación”, “competitividad” no riñen para nada con una capacitación especializada en lo técnico y orientada a la responsabilidad social de un país. Por lo tanto, y quizá una de las mejores estrategias de alianza y de articulación real y efectiva inmediata entre la universidad, la empresa y la sociedad, sea la educación ejecutiva o continua, como la manera más expedida y pertinente de capacitar talento humano altamente competitivo, comprometido, actualizado y competente, que le permitan aprehender las transformaciones locales y globales sin perder el sentido de la responsabilidad con la sociedad, el planeta y los mercados responsables.
La empresa entonces, como una clara extensión de la sociedad, deberá reconocer que la academia puede brindarle desde la educación ejecutiva una nueva capacitación de alta calidad, más crítica, innovadora y actualizada a su equipo humano. La organización moderna sabe que su mejor capital está en la formación constante y oportuna de su talento humano, como el activo más invaluable de una organización y de la sociedad para producir cambio, desarrollo y bienestar. Y las universidades, por su parte, también debemos responder a estos retos de acompañar a los colaboradores de una empresa u organización en su proyecto de vida y en su trayectoria de crecimiento profesional y personal, ofreciendo un portafolio amplio de espacios de capacitación y de reflexión sobre el quehacer diario y prospectivo de su función.
La universidad y la empresa son los aliados naturales para seguir transformando la sociedad. La relación universidad empresa no debe limitarse exclusivamente a la firma de convenios para activar escenarios de prácticas y pasantías laborales, que sin duda son fundamentales, ni a convertirse únicamente “objetos de estudio” desde la investigación, que también son importantes; sino, además, en el escenario ideal de aprendizaje y aporte en la co-construcción compartida de vínculos permanentes de capacitación especializada y de aprendizajes mutuos. La universidad abre sus puertas al “diálogo empresarial” con la organización y también al “diálogo social” con los ciudadanos. Las puertas, generosamente, están abiertas…
La educación ejecutiva, entonces, se convierte así en un “vaso comunicante” fundamental y en un conector de relacionamiento indispensable entre la universidad, la empresa y la sociedad. Ello supone, que debemos ahondar en una relación amplia y productiva que reconozca mutuamente que el conocimiento, la investigación, el desarrollo, la innovación (I+D+i), las prácticas, la experiencia y la capacitación permanente son principios claves de la calidad, la pertinencia y la sostenibilidad de las organizaciones, de la universidad y de la sociedad.