«Comunicar no es hablar, sino pensar desde la estrategia y alinear lo que se dice con lo que se hace.»
Muchas organizaciones y sus líderes se quedan en silencio cuando tienen que hablar, o hablan cuando se tiene que quedar en silencio. Una decisión mal tomada puede afectar la reputación de la organización, su capacidad de hacer lo que sabe hacer, su libertad o licencia para operar, y hasta sus resultados financieros o su viabilidad económica.
En la famosa película “La Vida es Bella” hay un acertijo en el que uno de los protagonistas le pregunta al otro: Cuándo dicen mi nombre, no existo, ¿Quién soy?. La respuesta no sólo es potente, sino además profunda: el silencio.
Cada vez que se comunica se está exponiendo a la compañía, su reputación y la de sus socios. Cada vez que se comunica sin planear, se está abriendo la posibilidad a que no se entienda lo que se dice, a que se confunda o incluso a que se malinterprete.
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Por años, se ha creído que los buenos comunicadores son los que hablan mucho, elocuentemente, con fluidez; que las marcas o empresas que comunican mucho son las que hacen publicidad o salen en medios; cuando la realidad es que la labor de un directivo o una empresa no es esa, sino saber qué decir, cuándo decirlo, y a quién decírselo, para lograr objetivos de negocios.
Las compañías comunican en todo momento y en cada lugar. En su huella digital, en su propuesta de valor, en sus balances, en sus empleados, etc. Por tal razón, comunicar no es hablar, sino pensar desde la estrategia y alinear lo que se dice con lo que se hace.
Comunicar estratégicamente es una labor directiva y de toda la organización, no de un área; por lo tanto; comunicar no es una decisión más, sino una de fondo. Comunicar y tener un plan correcto, implica pensar y luego decidir la forma, el canal, el mensaje, o simplemente escoger el silencio.
Comunicar estratégicamente es hacerlo teniendo un objetivo claro de proteger, construir o fortalecer una reputación, una libertad o licencia para operar o para ayudar a la viabilidad del negocio. Se comunica siempre desde la estrategia, por ello debe tener objetivos, renuncias y escogencias difíciles.
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En un entorno hipercomunicado, tener una estrategia para manejar las comunicaciones es tan importante como tener caja para operar. Comunicar no es vanidad, no es alto o bajo perfil. Comunicar no son relaciones públicas, sino relaciones con públicos: Gobierno, Autoridades, Financiadores, Gremios, Empleados, Clientes, accionistas, etc.
Comunicar, no es hablar, ese cuento traído de la organizaciones que dicen que no comunican por qué son de bajo perfil, demuestra no sólo el desconocimiento de la importancia de la comunicación y de la multitud diaria de canales para hacerlo, sino que plantean un dilema falso: creer que se comunica por los medios de comunicación.
Toda empresa, todo directivo, emplea la mayor parte de su tiempo comunicado: ante el banco para recursos; ante su junta para viabilizar los planes; ante sus clientes para convencerlos de una compra; ante sus empleados, para generar la cultura… En fin, todo el día se comunica, pero no todo el día se habla. Esa es la diferencia.
Trabajar en pensar en comunicaciones, es entender que comunicar es negociar a cada momento con un tercero, y que hacerlo estratégicamente, es mejor que dar palos de ciego y dejar la probabilidad de éxito al otro, Si uno no piensa en comunicaciones, otros propondrán y establecerán las comunicaciones por uno. Comunicar no es hablar, sino es pensar para lograr objetivos.
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