«Hoy día con los avances tecnológicos y especialmente los de las comunicaciones, el mundo se ha hecho cada vez más pequeño. Esto simplemente quiere decir que ya no interesa la posición geográfica pues el alcance de los negocios es global, sin importar el tamaño de la empresa.»
Cada día aparecen noticias avisando el nacimiento de una nueva herramienta tecnológica, anunciando cualquier cantidad de nuevos productos tanto de software, como de hardware, y la verdad es que ya no se sabe, como antaño, cuál es el “último modelo” o el más reciente y peor aún cuál es el más importante, pues no alcanzamos a darnos cuenta para que sirve o cual es la utilidad de cada una de estas nuevas opciones.
Ante esta creciente situación, ¿Cuál debe ser la postura que debemos tener las empresas? Pues ya no es comprar por el simple “esnobismo” para estar a la última moda, por gusto de la gente de IT (departamento de tecnología) o porque podemos disponer de la más moderna tecnología a un precio justo, simplemente porque la podemos comprar, tampoco podemos adoptar el otro extremo y es el de ignorar estos avances porque “lo que tenemos funciona bien y eso es suficiente”. Cualquier extremo es ocioso y representa una postura que a la larga es muy perjudicial para la vida y el éxito de la empresa.
Cuando nos hablan de términos que seguramente los hemos ya escuchado, pero que realmente no comprendemos, cómo pueden ser el blockchain, la inteligencia artificial, la realidad aumentada, o la realidad virtual, el aprendizaje de máquina o los términos tan de moda ahora como son la transformación digital y la famosa revolución de la industria 4.0, extendida a todo lo aplicable porque ahora todo es 4.0 o sino pareciera que no sirve, como la logística 4.0, la alimentación 4.0, la medicina 4.0, etc.
Cuál debería ser nuestra reflexión al interior de nuestras organizaciones, en donde a veces ni sabemos si estamos hablando de tecnología o de marcadores de fútbol como 2.0, 3.0 o 0.0 y menos qué significa eso para nuestro estado empresarial.
Si somos apenas iniciadores con un emprendimiento incipiente, o una pequeña empresa que hasta ahora empieza a luchar por su existencia, pensamos que estos temas son para los “grandes” y que a nosotros no nos debe ocupar ni tiempo ni espacio porque debemos cuidar es nuestro negocio, y creemos que es posible pensar en esto con la limitación de recursos tanto financieros como humanos, que es la situación generalizada del sector de las pymes y ni se diga de las micropymes.
¿Entonces qué hacer? ¿Ocuparnos o no ocuparnos del tema?
Lo único que parece ser cierto es que todo podemos hacer, menos ignorarlo. Si hacemos una retrospectiva y nos situamos en el mundo que existía cuando ocurrieron las anteriores revoluciones, quizás podamos empezar a comprender la importancia que requiere esta situación, no solo para la vida y futuro de nuestras empresas, sino la de nosotros como seres humanos.
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A pesar de mis años, no alcancé a vivir en la época de la primera revolución industrial pero si a sentir sus efectos y quisiera imaginarme que pasaba por la mente de los empresarios de aquel entonces. Seguramente muchos eran incapaces siquiera de imaginar la desaparición de los caballos como los principales vehículos para movilizar tanto carga como personas y menos soñar con un mundo en donde fuera posible iluminar la oscuridad de la noche con algo diferente al fuego de las velas.
Quizás esto ocurre y seguirá ocurriendo porque el futuro es difícil imaginarlo cuando no comprendemos lo que está sucediendo a nuestro alrededor y no dejamos volar nuestra imaginación para idear formas cada vez más audaces para solucionar las diferentes situaciones que nos plantea la vida.
Volviendo al tema empresarial y como para aterrizar un poco las ideas y enmarcarse en la realidad de lo cotidiano, simplemente hago un símil de la trayectoria, capacidad y experiencia individual de una empresa con una persona que inicia su tránsito por el sistema educativo. No podemos pretender que nos matriculen en bachillerato si aún no hemos terminado la primaria, y menos si vamos en kínder o estamos todavía en el jardín infantil.
Creo que la pregunta que nos debemos hacer en primer lugar como empresarios, es ¿En donde nos encontramos? Si existiera un recorrido empresarial similar al académico, ¿En qué grado se encuentra nuestra empresa? Ese rasero se llama las mejores prácticas, los estándares internacionales. En estos años de actuar como apoyo al lado de los empresarios, bien sea como consultor o asesor e incluso como empresario, he aprendido que cuando determinamos que estamos bien o mal, siempre la pregunta que sale a renglón seguido es ¿Bien o mal comparado con quién? Entonces la respuesta surge es de con quién o con quienes nos estamos comparando como empresa y aquí la comparación es contra esos estándares internacionales que definen las mejores prácticas en cada industria.
Hoy día con los avances tecnológicos y especialmente los de las comunicaciones, el mundo se ha hecho cada vez más pequeño. Algunos lo llaman la famosa “aldea global” o sencillamente dicen que el “mundo es plano”. Esto simplemente quiere decir que ya no interesa la posición geográfica pues el alcance de los negocios es global, sin importar el tamaño de la empresa. Cosa que en el pasado reciente estaba reservada solo para los más poderosos.
Pero, se preguntarán ustedes, y esto qué tiene que ver con la pregunta inicial de qué hacer con tanta oferta tecnológica?, pues todo. Todo porque ya no estamos compitiendo con el vecino de barrio o ciudad, o con nuestros compatriotas de otros departamentos. Hoy estamos compitiendo con toda la oferta global que surge de cualquier rincón del planeta. Eso significa que estamos retados a suministrar nuestro producto o servicio a nuestros clientes en una forma mejor que el resto del mundo, si es que queremos sobrevivir. Ahora la pregunta es, ¿Será que los de kínder compiten entonces con los de bachillerato o peor aún con los universitarios? Creo que la respuesta es evidente, un sí rotundo. Entonces ¿Qué hacer si nos toca competir con los de las mejores prácticas?
Firmemente creo, por lo que he podido experimentar a lo largo de estos últimos años, que esa brecha la podemos cerrar con la aplicación tecnológica que hagamos de la inmensa oferta que hay a nuestro alrededor. ¿Pero cómo escoger? ¿Cómo saber qué es lo que necesitamos para el caso particular de nuestra empresa? para poder solucionar una situación tan importante como ésta, es necesario primero reconocer que hay un problema que es la distancia que nos separa de las mejores prácticas, a menos que nosotros las estamos imponiendo, situación que a todas luces parecería un tanto egocéntrica, y para ello debemos realizar lo que se llamaría para una persona un riguroso examen de conciencia, es decir una revisión objetiva al interior de nuestras empresas, que nos diga que tan lejos estamos de esos estándares que imperan en la industria y así, una vez medido el tamaño del problema, podemos saber que solución tomar con base en la amplia oferta de soluciones tecnológicas que abundan a nuestro alrededor.
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