A 25 años de la ley 100:
Hablar de la incidencia de los medicamentos genéricos en un sistema de salud con cobertura universal, es tan sencillo, como complejo: es su sostenibilidad. Hay que comenzar por el hecho de que el acto médico, por la recuperación de la salud perdida en un paciente, se complementa y cierra normalmente con la prescripción de un medicamento, siempre a la luz de la autonomía médica, la pertinencia y la ética profesional, frente al principio del Juramento Hipocrático universal de los médicos: “primero, no hacer daño”.
En segundo lugar, la obligación de formular ese medicamento bajo su denominación común internacional, o nombre genérico, es un mandato de la Ley.
Claramente busca cumplir con el mejoramiento del acceso a soluciones terapéuticas de calidad, con eficacia y seguridad comprobadas, en beneficio de la población: usuarios y pacientes.
La libre competencia juega igualmente un papel importante en este proceso continuo de gestionar el riesgo de una población y curar, controlar los desbalances que presupone la enfermedad. Bien dice el dicho popular que “solo se valora lo que se tiene, cuando ya se ha perdido”, y ese es el caso típico de la salud, solo nos acordamos de ella, cuando nos empieza a fallar.
Los medicamentos en Colombia son parte explicita del Plan de Beneficios en Salud (PBS), en su mayoría y constituyen un componente integral de la garantía del derecho a la salud. Este incluye más de 700 moléculas, agrupadas en categorías terapéuticas, que acompañan al ser humano en sus diferentes etapas de la vida, desde los especializados en atención de la primera infancia (vacunas, antibióticos, antiinflamatorios, entre otros), los que previenen enfermedades, sanan dolencias y son parte fundamental de la recuperación de la salud de personas laboralmente activas, productivas, madres, padres de familia, hijos, seres queridos, hasta los específicos para enfermedades crónicas no transmisibles, como el cáncer, enfermedades inmunológicas y otros procesos degenerativos, que comúnmente en estas etapas de la vida, requieren de intervención terapéutica, para al menos evitar su evolución o para mejorar la calidad de vida perdida.
Estas acciones individuales, en un entorno que reporta hoy por hoy más de 500 millones de eventos al año, es decir que cada colombiano acude en teoría a un servicio de salud 10 veces en 12 meses, se convierte en una acción colectiva importante, dentro de la cual, al menos una tercera parte incluye el uso de un medicamento. Garantizar el acceso oportuno a ese medicamento, con calidad y costo accesible, es lo que representa el mayor reto de la Industria farmacéutica en general, en un contexto de cobertura universal.
Es aquí, en la acción colectiva, en la suma de los resultados individuales, donde los medicamentos genéricos muestran su incidencia y su importancia en el Sistema de Salud Colombiano, pues las cifras reflejan claramente, que en unidades, estos representan entre el 70% y el 80% del total de los medicamentos usados en el sistema, mientras en valores, solo consumen entre el 20% y el 30% del gasto total en medicamentos. Esto es contundente, los resultados en términos de beneficio común, de aporte a la recuperación de la salud de la población, de equidad, equilibrio y sostenibilidad van de la mano con el desarrollo de la competencia de los genéricos.
Finalmente, no se puede olvidar la relevancia y necesidad de tener opciones frente al uso de medicamentos biotecnológicos, una clase emergente de terapéuticas, fruto de la innovación y el desarrollo, que sin duda han traído grandes beneficios a la salud global. Pero, cuestionando su alto costo e impacto sobre la sostenibilidad de los sistemas de salud, ya muchos países han incluido el desarrollo de alternativas llamadas Biosimilares, que gracias al desarrollo de la ciencia y a la democratización de la información en grandes bases de datos, han surgido como una solución real frente al impacto de estas tendencias.
Colombia esta lista, luego de más de 40 años de comprobar la eficacia de los genéricos de calidad, a recibir biosimilares de calidad, que contribuyan a mejorar el acceso a estos desarrollos científicos, cuidando a la vez la sostenibilidad del sistema, en una libre y sana competencia, que se base en verdades y evidencias, no en campañas de desprestigio y desinformación.
Las herramientas como metodologías de evaluación de tecnologías en salud, definición de precios basados en valor, programas de farmacovigilancia, que permitan garantizar los resultados en salud y la libre competencia, están ya inventados en el mundo, solo tenemos que implementarlos y promoverlos en el país, para que la población colombiana pueda seguir beneficiándose de las grandes bondades de nuestros sistemas de salud, y del positivo impacto del uso de medicamentos genéricos y biosimilares.