«Tendremos también que agradecer a los innombrables la generación de sistemas de seguridad y ciberseguridad que garanticen transparencia, transversalidad y respeto a los derechos de autor.»
Hay dos cosas que en este texto no voy a mencionar, ni la enfermedad que empieza con la letra C ni el número del año que estamos atravesando. No los voy a mencionar porque sinceramente ya he tenido suficiente. Suficientes restricciones, suficiente encierro, suficientes renuncias, suficientes malas noticias y suficiente miedo. No los nombraré porque al nombrarlos se hacen nuevamente realidad y además les doy tribuna y acá tomo el ejemplo de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern que decidió no mencionar el nombre del terrorista responsable de la masacre en la mezquita de dicho país. No se le da tribuna a terroristas sean personas o virus. Al menos no en este artículo.
Son cosas que no voy a mencionar, pero sentimos que algo enorme se está gestando dentro y fuera de nosotros, y que ese algo ocupa tanto lugar que ya no hay espacio para lo que éramos antes de C y del año innombrable. Ya no podemos seguir haciendo aquello que hacíamos. Sobre todo si hablamos de cultura, de arte, de patrimonio. Las industrias creativas inciden en el PIB mundial más que la industria silvoagrícola. Según el informe del 2013 de Unesco incide en un 3% a nivel mundial y dan alrededor de 29,5 millones de plazas de trabajo en el mundo, más que la industria automovilística y/o de las telecomunicaciones. Todo esto antes de los innombrables, obvio.
Estamos de acuerdo que ambas industrias, la silvoagrícola y la creativa, alimentan aspectos distintos del ser humano. La prioridad en estos tiempos ha sido mantenernos con alimento suficiente para seguir vivos. Y he aquí el punto esencial, para “solo” estar vivos como organismos, no necesitamos los productos creativos, los más ortodoxos sobre todo. No necesito escuchar música para que mi cuerpo siga viviendo, necesito agua. No necesito experimentar una obra de teatro ni mirar una obra plástica para seguir vivo, necesito comer.
Maslow no se equivoca, y en momentos de crisis, otra palabra con C que evitaremos de ahora en adelante, lo primero es llenar los primeros peldaños de la pirámide, asegurándonos alimento y refugio. Ahora que llevamos meses inmersos en la realidad que nos han impuesto los ahora 3 innombrables los que tenemos la suerte de no tener hambre ni sed hemos empezado a subir los escalones y nuestros organismos empiezan a necesitar con urgencia darle sentido a la vida, y las artes son eso, alimento que da sentido.
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¿Podemos seguir experimentando las artes y todos sus satélites creativos de la misma manera?
Estamos claros que lo “online” se impuso transversalmente, pero también estamos de acuerdo que debe sofisticarse, hacerse más amable y en mi caso más tolerable. Debemos también buscar soluciones híbridas que permitan nutrirnos de las expresiones artísticas, poder dejarnos conmover en silencio con obras con las que interactuamos físicamente, en un mismo espacio real. Creo que junto con lo online se puede imponer también el concepto de visita privada, pequeños grupos de visitantes a galerías o asistiendo un espectáculo de artes escénicas o música. Una solución nada democrática pero que permitiría la sobrevivencia de los artistas y mantendría vivo el espíritu creativo. Sólo eso ya que no hablemos de PIB ni de puestos de trabajo que en este último ejemplo resulta más bien romántico que práctico.
El camino entonces es lo “online” y su masificación que obliga a garantizar acceso a estas tecnologías para todos, lo que comprende subsidios a planes de internet, internet de calidad, equipos y capacitación. Suponiendo que los innombrables hicieron que este proceso de digitalización se apurara, tenemos que estar agradecidos y sobre todo urgidos a estar a la altura como creadores y gestores. Proveer de nuevas plataformas para estos nuevos desafíos y acá vuelvo a tomar el tema de la sofisticación de estas tecnologías para que resulten menos agobiantes y así puedan resolver eficazmente el tema de la “nutrición”, comunicación y para que puedan conmover como si estuviéramos in situ experimentando.
Tendremos también que agradecer a los innombrables la generación de sistemas de seguridad y ciberseguridad que garanticen transparencia, transversalidad y respeto a los derechos de autor. Creación de plataformas amables para todo tipo de espectador y de fácil acceso para creadores que quieran compartir sus creaciones. Y acá aparece el último de los puntos en este artículo lleno de innombrables: el financiamiento.
Creo firmemente que como sociedades, algunas más que otras, ya tenemos cierta madurez, es decir, sabemos que lo que la cultura y las expresiones artísticas nos entregan solo suma al desarrollo privado, social y comercial. Sabemos que las industrias creativas han permeado la industria tradicional y han enriquecido su cadena de valor en este ejercicio. Dado esto debemos encontrar mecanismos que apunten a fortalecer vías de visibilización, intercambio, financiamiento y curaduría.
El desafío que nos queda a todos para lo que resta es encontrar soluciones efectivas que permitan garantizar la producción creativa y el consumo de estos bienes, de manera transversal, universal, lucrativa y transparente. Veamos si así podemos más adelante nombrar con orgullo y sin miedo aquello que permitió que todo esto finalmente sucediera.
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Buen artículo!
al principio me perdí con el ejemplo silviagricola junto con el automotriz.
Qué importante son las artes creativas!
Saludos