«Muchas comunidades locales, lejos de la industrialización de las grandes ciudades, no tienen acceso al flujo de información de Internet, lo anterior resulta una desventaja gigantesca en la era en la que vivimos. Con soluciones de energía solar es posible conectar estas regiones apartadas, y con esto llevar el poder del conocimiento en estos lugares.»
Cuando estaba terminando mi especialización en Energías Renovables en el Instituto de Energía Solar de California hace 4 años, el profesor nos invitó a celebrar la finalización del programa en un bar al son de unas cervezas. Para mí esto fue una gran sorpresa, ya que después de haber hecho mi pregrado como Ingeniero Mecánico, estaba acostumbrado a una barrera intangible entre el profesor y el estudiante, que hacía impensable que ocurriera un hecho así. Ese día entendí que la energía solar era mucho más que un tema técnico: Es un estilo de vida, es una comunidad de personas que creen en un cambio, es una unión entre ciudadanos unidos bajo la bandera del planeta.
Cuando volví a Colombia con el sueño de iniciar mi propia empresa y escuela de energías renovables volví a experimentar algo similar: Esta vez muchas personas se postularon como voluntarios para la construcción del instituto solar, porque les llamaba la atención aprender del tema. Acá descubrí el concepto de la construcción colectiva. Y más aún, en cada curso de energía solar que hemos dictado, nos hemos encontrado con el común denominador de este tipo de personas, las cuales creen en un mundo mejor. Esto es sin duda lo que más me motiva a seguir trabajando en este campo.
La realidad es que somos casi ocho mil millones de personas sobre la faz de la tierra y para 2050 posiblemente seremos diez mil millones. Ahora bien, todas estas personas hacemos algo en común: consumir recursos y contaminar. Es por eso que la educación ambiental es tan importante para los logros de sostenibilidad del planeta: debemos parar de pensar solo en nosotros mismos y empezar a pensar en comunidad: “Piensa global y actúa local”.
Mi maestro de energía solar lleva más de treinta años trabajando en instalaciones solares y siempre me dijo: “El eje fundamental hacia la transición energética es la educación”. Hace treinta años era necesario ir tocando de puerta en puerta con revistas impresas para educar a las personas. Hoy en día la era de las comunicaciones nos permite llegar a ciudadanos de todo el mundo, sin necesidad de salir de casa.
Si pudiera rescatar algo bueno de esta pandemia, sería el verdadero aprovechamiento de las herramientas digitales y el teletrabajo, que además, han llegado para quedarse. Las empresas que no se adapten a esta nueva forma de comunicación tenderán a desaparecer, la diversificación, que es posible a través de la globalización de la información, permite construir un conocimiento colectivo mucho más fuerte que el tradicional, alimentado por experiencias de todo el mundo. En otras palabras, poder saber cómo se trabaja en energías renovables al otro lado del mundo es sencillamente algo maravilloso.
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Por otra parte muchas comunidades locales, lejos de la industrialización de las grandes ciudades, no tienen acceso al flujo de información de Internet, lo anterior resulta una desventaja gigantesca en la era en la que vivimos. Con soluciones de energía solar es posible conectar estas regiones apartadas, y con esto llevar el poder del conocimiento en estos lugares. En consecuencia, el poder del trabajo en comunidad llega por sí solo, en donde no solo se soluciona el problema de acceso a la electricidad, sino que se estimula el sentido de pertenencia de las comunidades.
Con participación más revolución para los países en vía de desarrollo, los recursos primarios constituyen un gran aporte a la economía, ya que un alto porcentaje de la población trabaja en este sector. De tal modo, las energías renovables son la solución para disminuir la brecha de desigualdad de los países: son un motor de impulso de otras industrias. Por ejemplo para muchos pescadores, la posibilidad de sacar su producto al mercado nacional se ve obstaculizada por la falta de acceso a la red eléctrica, la cual no permite contar con neveras para refrigerar sus productos. Los proyectos colectivos de energía solar pueden impulsar el concepto de trabajo en equipo en estos territorios y al mismo tiempo, estimular las economías de estas comunidades.
Pero el componente social de estos proyectos no es el único que llama la atención, los proyectos de energía solar son cada vez más atractivos ante los ojos de los inversionistas. Ecopetrol, por ejemplo, alimenta parte del consumo energético de sus campos petroleros con mega-proyectos de energía solar. En octubre de 2019 la empresa petrolera inauguró una planta solar de 20 MW en “Castilla La nueva” para alimentar el campo Castilla, el segundo más grande del país. Otro ejemplo es la planta solar “El Paso” que cuenta con 86 MW instalados en el departamento del Cesar en 2019, la cual se estima, que suministre energía limpia a más de 400 mil personas.
Sin embargo, los beneficios de las renovables no sólo deberían existir para los grandes inversionistas. La creación de redes inteligentes de energía significa un ahorro para la sociedad como conjunto. Actualmente, la generación centralizada representa la necesidad de transportar energía por largas distancias, desde las centrales eléctricas hasta las ciudades, lo cual se traduce en altos costos asociados a las pérdidas energéticas. Estas pérdidas las vemos reflejadas los usuarios en las facturas de electricidad cada mes. Por el contrario, entre los beneficios de la generación distribuida, está el de producir energía cerca al lugar de consumo, lo cual constituye un ahorro energético significativo.
Gran parte del consumo energético global está relacionado con el sector transporte, que en su mayoría depende de fuentes fósiles. En este aspecto, la era de la información nos muestra una alternativa muy poderosa para reducir nuestro impacto: el teletrabajo. Al tener un porcentaje de la población trabajando desde sus casas, son millones los galones de combustible ahorrados. Esta es la nueva revolución industrial: la era de la información.
Por otra parte, el porcentaje de la población que sí debe transportarse hasta sus sitios de trabajo, debería hacerlo con alternativas de movilidad cero emisiones, como bicicleta, scooter o alternativas de transporte público eléctrico. Esto se traduciría en una gran disminución de la contaminación de las ciudades.
En resumen, la educación debe ser el eje central de todos los esfuerzos hacia la transición energética, una población educada en sostenibilidad es una población más consciente de su impacto en el mundo, una sociedad educada puede exigir verdaderas políticas públicas de sostenibilidad a sus líderes. Debemos seguir creyendo y educándonos a nosotros mismos y a nuestros hijos en temas de sostenibilidad ambiental. Pensemos que si cada uno de los casi ocho mil millones de habitantes de este mundo redujera su consumo energético tan sólo un 1%, el ahorro global sería de magnitudes sin precedentes. Lo más importante es ser conscientes de nuestro impacto en este planeta, de nuestra responsabilidad sobre todas las otras especies y del poder del trabajo en comunidad. Como escuché alguna vez: “Seamos el cambio que deseamos ver en el mundo” Gandhi.
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