«Mi propuesta es compartir, sí así de sencillo, compartir. Compartir nuestro vehículo, ese que solo usamos si al caso dos horas al día, o quizá menos.»
Los hábitos y rutinas cambian; la forma de movernos también, movernos diferente hoy, mañana y cuando relativamente volvamos a la normalidad, será un acto inherente. Hace un par de años con algunos amigos decidimos encontrar una fórmula, aunque no mágica, si efectiva en donde pudiéramos ver a los vehículos, carros o coches como le dicen en algunas partes de LATAM, como “un activo eficiente”. Desde que empezamos a recorrer este camino ha habido algunas historias, enseñanzas, fracasos y algunas victorias. Este camino hoy nos lleva a hacernos algunas preguntas y reflexiones no solo a nosotros como personas, sino a nosotros como sociedad.
¿Parar o movernos diferente?
Movernos eficientemente parece ser algo ilusorio no solo en estos momentos difíciles sino desde siempre. Desde tiempos del hombre neandertal, pasando por las hazañas de Henry Ford, hasta Elon Musk: el hombre y en general la sociedad siempre han querido encontrar la mejor forma de moverse, de llegar más lejos. ¿Por qué parar ahora? Gobiernos, instituciones, fundaciones y movimientos hoy más que nunca apelan a darle el espacio merecido al hombre para que se mueva libre por las calles de la ciudades, y cuando digo libre es libre de carros, como si moverse en un carro fuera el foco de expansión de la pandemia, o como si movernos en un vehículo pareciera el fin del mundo. No hay duda que este virus cambia muchas cosas en el corto, mediano y largo plazo, pero no debemos parar, debemos seguir moviéndonos pero de manera diferente. Solo hace falta darle una revisada al último reporte de Google sobre movilidad para la región y darse cuenta lo mucho que hemos cambiado en nuestros hábitos y lo que nos falta. En los próximos meses nos moveremos más para ir a comprar alimentos o medicamentos que para ir a un centro comercial o ir a un concierto. Parece ser que somos muy predecibles.
¿Distanciamiento inteligente?
En países afectados por el COVID-19 como China, EE.UU, Alemania e Italia, el transporte público y a la vez masivo: trenes y buses parecen ser el talón de Aquiles para parar volver a la “normalidad” en la movilidad. La norma dicta que hay que guardar un metro de distancia entre persona y persona para evitar el contagio, en un bus, esto parece una misión imposible.
En ciudades capitales como Medellín y Bogotá en Colombia bajo decreto se ha dispuesto que el transporte público opere a una capacidad del 35%. Una medida que será difícil de controlar y de monitorear. ¿Alguien dirá este vagón o este bus ya va a un 35% de capacidad, por tanto no lo tomo? o ¿cómo garantizar que realmente las personas no estén juntas en menos de un metro de distancia en los sistemas masivos? Y es que si bien no operar el sistema de transporte público al 100% de la capacidad, mitiga, controlarlo será una tarea casi ineficiente. En otras ciudades se ha dispuesto esquemas detallados para organizar horarios con el fin que personas de ciertos sectores económicos se movilicen en diferentes horas y se eviten aglomeraciones. Las restricciones por género ayudarán, pero no cabe duda que es un paliativo y no la cura. No porque las mujeres salgan en sus vehículos a la calle cuando los hombres no podamos hacerlo, habrá significativamente menos carros en las calles y viceversa. Está en manos de gobiernos locales y zonales hacer que se cumpla y en la de los ciudadanos que sean efectiva. Lo que está en juego, son vidas.
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¿Compartir?
Quiero hacer una propuesta, no sé si indecente, pero tal vez un poco sencilla que nos ayude a mejorar en algunos aspectos mínimos nuestras vidas y las de nuestros seres más cercanos, amigos, vecinos o conocidos. Mi propuesta es compartir, sí así de sencillo, compartir. Compartir nuestro vehículo, ese que solo usamos si al caso dos horas al día, o quizá menos, o el que solo usamos algunas veces los fines de semana por mucho para ir de compras o visitar a algún familiar o amigo.
Es el momento para poner a prueba modelos de negocio como el de usos compartidos a gran escala, así como funcionan sistemas de bicicletas o patinetas, debemos hacerlo de manera urgente con los carros. También es momento para ponernos a prueba a nosotros mismos. Si compartimos cambiamos. ¿Para qué comprar un vehículo cuando lo puedes compartir? Quisiera soñar antes de seguir con mi propuesta. Permítanme ¿Qué tal ir al supermercado, o al banco, o a la farmacia en una ruta casi como las escolares pero con tus vecinos? ¿Si pudieras usar un carro que no es tuyo, pero hacer uso de él como si lo fuera? ¿Pagar exclusivamente por su uso efectivo, o tomarlo y dejarlo solo en zonas cerca de tu hogar o sitio de trabajo y no en otros lugares? ¿Tenerlo solo por las horas que los necesitas y no más? Cambiar está en compartir, y en compartir está la forma de movernos mejor.
Hagamos de la utopía una realidad. Exploremos nuevas formas, innovemos y seamos disruptivos. En Rusia compañías como Yandex han implementado rutas zonales. En Nueva York compañías como Maven han creado sistemas de carpooling. En Berlín WeShare permite tomar un carro en el momento que quieras a la hora que quieras. En Japón Kinto te permite escoger el modelo de carro que necesites con base en la experiencia que quieras vivir. En Francia ShareNow te permite escoger varias marcas de vehículos, no solo una. En ciudades como Bogotá empresas como Grin le entregan a los usuarios sus patinetas en alquiler por semana o por mes. Fórmulas simples como darle un aventón al vecino, al desconocido o al amigo, pueden cambiarnos la vida. La oferta y la demanda parecen ser amplias. El mercado de carsharing, renting, poolsharing y demás servicios similares incrementarán después de esta pandemia abruptamente, además tendrán un gran impacto en el medio ambiente por el uso continuo y también en ascenso de vehículos eléctricos.
Más allá de buscar fórmulas matemáticas o de profundizar mucho en la teoría, es tiempo de volver a lo básico, tiempo de tomar un carro conscientemente, pero también de hacer un par de kilómetros en bicicleta o patineta, y lo mejor de todo volver a caminar. Tenemos un compromiso con nosotros mismos, con nuestro planeta y sobretodo con salir fortalecidos de estos tiempos difíciles. Compartir nunca fue tan importante.
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