En un mundo que está cambiando de manera acelerada, cada vez más interconectado y en donde la tecnología rige nuestras vidas, hay un segmento de la población que está preparado para tomar sus riendas y dirigirlo: los centennials o generación Z. La generación de quienes nacieron entre 1996 y 2015 no solo conformará la fuerza laboral de las próximas décadas -de hecho, ahora mismo constituyen el 30 % de la población del mundo- sino que serán los líderes del mañana y los tomadores de decisiones del futuro.
Su afinidad con la tecnología los ha convertido en una generación autónoma, emprendedora, crítica, innovadora y creativa, que aprende rápido, que ha estudiado más que sus antecesores, que se prepara cada vez más y que tiene la ambición de crecer y de dejar huella en cada proyecto en el que participa. Todas estas son características que cualquier director o gerente de compañía quisiera encontrar en su equipo de trabajo. Sin embargo, atraerlos y retenerlos se ha convertido en un reto para los empresarios. Nuestra respuesta a este desafío consiste precisamente en dejar de enfocar esfuerzos específicos en la generación Z, y en su lugar, consolidar una cultura de diversidad e inclusión para todos.
A esta generación le es más importante contar con una estabilidad entre el ámbito laboral y el personal, con planes estructurados, bajo reglas claras, que consideren no solo los conocimientos y experiencias sino también los intereses personales, talentos y pasiones. Estos planes de desarrollo deben estar abiertos a movimientos horizontales hacia nuevas áreas de especialidad, nuevos segmentos del negocio e incluso nuevos países, que por un lado enriquecen la experiencia profesional y cultural del colaborador, y por el otro, contribuyen a la formación de equipos diversos en conocimientos y culturas dentro de la empresa.
Para lograrlo, además del seguimiento periódico de dichos planes de desarrollo, por parte de todos los involucrados – colaborador, líder y Recursos Humanos – es fundamental acompañar el proceso con entrenamiento y capacitación basado tanto en el rol actual, como en los posibles roles futuros que pueda desempeñar. Así mismo, promover proyectos interdisciplinarios, donde el liderazgo no dependa del nivel jerárquico y permita dinamizar los roles y reconocer nuevos talentos e intereses. Este tipo de medidas refuerzan el aprendizaje de todas las generaciones. En esta misma vía, una organización diversa, promueve el reconocimiento, donde los aportes individuales son valorados y divulgados, incentivando el mejor desempeño entre la organización.
Frente a la rotación laboral, los centennials duran un promedio de 8 meses en sus puestos laborales, en Basf superamos los 8 años promedio de permanencia en la compañía, contando con un 44% de centennial. Ofrecer un espacio multicultural y diverso con personas de todos los géneros, edades, profesiones y capacidades, va más allá del cumplimiento de cuotas, deber ser parte de la cultura de la organización, permeando cada una de las áreas de la empresa. Además de contar con beneficios cada vez más generalizados como el home office, horarios flexibles y actividades recreativas y de integración; hemos comprendido que los beneficios son valorados de forma diferente por cada persona, por eso implementamos “beneficios a la carta” donde se le asigna a cada colaborador un número de créditos por año que pueden ser aprovechados en medicina prepagada, educación personal o familiar, tecnología, viajes y hasta paquetes turísticos o implementos deportivos, según sus preferencias personales.
No solo se trata de implementar incentivos para retener a nuestros trabajadores jóvenes, sino generar ambientes de trabajo agradables e inspiradores para todos. Una cultura de diversidad e inclusión es la clave para mantener empresas exitosas, que se conforman por empleados felices, con grandes desafíos y comprometidos.