“El pulpo es considerado el invertebrado más inteligente del mundo. Tiene un alto grado de desarrollo neurológico y una gran capacidad de aprendizaje. Tienen extraordinarias habilidades de adaptación y resolución de problemas”.
Partiendo de esta definición podemos establecer una analogía entre este animal y la tecnología, y como ya es bien sabido, que cada día toma más fuerza en todos los ámbitos empresariales. La tecnología se comporta como una red de tentáculos que son sensibles a los distintos procesos, propósitos y expectativas de crecimiento de las áreas y departamentos.
En el ámbito de las aseguradoras, dichos tentáculos deben estar muy bien atados a una estructura central digital estable y robusta, pero al mismo tiempo flexible. Esto es así, ya que el futuro prevé que de la inteligencia y la agilidad dependerá la evolución del negocio. En ese orden de ideas, las infraestructuras y los marcos de trabajo en la nube (más conocidos como “cloud”) ofrecen esas bases estables y robustas puesto que permiten, entre muchos beneficios:
- Accesibilidad y movilidad: accesos desde cualquier lugar en múltiples dispositivos.
- Integración continua: actualización y crecimiento permanente.
- Seguridad y estabilidad: altos estándares de disponibilidad y protección ante incidentes de ciberseguridad.
- Menores costes y mayor velocidad de retorno de las inversiones.
Pero no basta con prepararnos tecnológicamente para brindar un buen servicio al cliente o mantenernos en las primeras posiciones del mercado. Lo importante, al fin de cuentas, es generar una experiencia funcional diferenciadora y evolutiva, soportada en la eficiencia de los procesos más operativos como la emisión y riesgos, la fluidez de la comunicación en los procesos de siniestros y recobro, y en la rapidez con que podemos comprobar la eficacia de nuevos productos y servicios.
De acuerdo con lo anterior, las eficiencias se pueden lograr con la optimización o implementación de funcionalidades que asuman la ejecución de tareas repetitivas, liberando así las capacidades tácticas y estratégicas de las personas mediante automatismos y, en el mejor de los casos, basadas en mecanismos de inteligencia artificial donde la “máquina” está capacitada para resolver casuísticas o excepciones dentro del proceso.
Se suma a esto la fluidez, donde el reto principal está en interpretar los eventos que ocurren en la ejecución de un proceso dentro de un conjunto de aplicaciones para que los datos sean compartidos y despierten, de forma autónoma, el interés de otros procesos que dependen de dicha información para operar y adelantarse al flujo de actividades.
Para valorar la eficacia de nuevos productos y servicios, una de las estrategias más influyentes en la actualidad es la arquitectura basada en microservicios. El concepto hace referencia a la capacidad de diseñar pequeñas piezas de software, portales, servicios, funciones, etcétera, que le agregan valor a un proceso pero que funcionan de forma independiente, no monolítica, y que permiten conocer de manera temprana el éxito o fracaso de ideas que sólo se puede comprobar mediante la experimentación controlada y que es, a fin de cuentas, de lo que se trata la innovación y la evolución.
Cabe destacar que todo lo anterior sólo se puede lograr con el empuje de las personas, la inspiración de un buen propósito y la creatividad de una idea que acompañe al negocio en esta era digital. Y así como el pulpo, para ganar el juego del futuro y la supervivencia, que en nuestro caso es el de la tecnología en las aseguradoras, dependemos del movimiento rápido, constante y de la capacidad de aprender para brindar siempre, y como mínimo, una solución viable a las necesidades de la organización.