Sin lugar a dudas, Colombia debe ser uno de los países del mundo donde mayor desarrollo ha tenido la fiducia mercantil. Un negocio de confianza, donde se transfieren bienes para inversión o cumplimiento de finalidades y que fue incorporado por primera vez en nuestra legislación financiera por el año de 1923. Todo comenzó con sencillos negocios fiduciarios originados en las secciones fiduciarias de los bancos. Posteriormente, en 1971, con la expedición del Código de Comercio, el contrato de fiducia mercantil fue regulado a través de una legislación avanzada para su época, la cual hoy todavía se encuentra vigente.
El gran cambio institucional, que dio lugar a la creación de las modernas fiduciarias, se dio con la ley 45 de 1990, que reformó el sistema financiero y dio nacimiento a los servicios fiduciarios prestados a través de sociedades separadas de los establecimientos bancarios. Así se fueron constituyendo compañías especializadas, algunas filiales bancarias otras no, que hoy son el universo del servicio fiduciario colombiano. Casi treinta entidades que conforman hoy un sector robusto que administra más de 642 billones de pesos en activos del público.
En materia de fiducia no deja de sorprender su evolución e importancia para el empresariado colombiano. La fiducia ha sido una herramienta fundamental como facilitador de otros negocios. Un ejemplo de ello es el sector de la construcción, cuyo crecimiento sería difícil de explicar sin el aporte de los servicios fiduciarios. Más del 85% de los nuevos lanzamientos en proyectos inmobiliarios tienen alguna forma de fiducia, como preventas o fideicomisos completos y prácticamente todos los proyectos de infraestructura cuentan con algún patrimonio autónomo como centro de imputación contable para la administración de activos, recursos y riesgos ligados al mismo. Manejo de anticipos en contratación pública y muy variadas administraciones fiduciarias de recursos y proyectos gubernamentales y locales, son cosa de todos los días. Papel destacado juegan hoy también los Fondos de Inversión FICs y Fondos de Capital Privado administrados por sociedades fiduciarias, que con más de 90 billones canalizan el ahorro del público hacia la inversión y financiación de diversos sectores.
En ninguna otra parte del mundo existe un nivel de estructuración de negocios, operatividad y gestión como el de la fiducia hecha en Colombia. Desde el conocimiento del cliente, la recepción de los activos, pasando por la gestión de los patrimonios autónomos y sus gobiernos, hasta el recaudo y giro de recursos en miles de operaciones diarias, suponen un nivel de servicio y compromiso constante para con los clientes, quienes demandan cada vez mayor calidad y cumplimiento en los tiempos ofrecidos. Las sociedades fiduciarias, sus fondos y sus fideicomisos, forman parte de una cadena productiva, donde su valor agregado es indiscutible.
El servicio fiduciario es por lo tanto crítico en esta cadena. Si lo hacemos bien se facilitan las cosas y aunque las fiduciarias hemos hablado siempre de innovación, la verdad es que sólo muy recientemente comenzaron a darse los primeros pasos en plataformas digitales que mejoraran la experiencia del cliente que interactúa con una entidad fiduciaria.
La administración fiduciaria de más de 24.000 fideicomisos por toda la industria, cada uno con su propia contabilidad, más un número creciente de clientes personas naturales y jurídicas ligados a los Fondos de Inversión Colectiva, conlleva una operatividad exigente, en términos regulatorios y de servicio. No es solo un problema de competitividad en la industria, la modernidad digital es definitivamente un asunto de sostenibilidad. La única alternativa disponible para crecer en negocios y en clientes, sin perecer en el intento.
Y por supuesto, estos tiempos de pandemia y confinamiento aceleraron la toma de decisiones y la transformación de la realidad. En el caso de Alianza Fiduciaria, decidimos, entre otros aspectos, acelerar la digitalización de procesos críticos como el de la vinculación de clientes, eliminando los engorrosos formularios en papel con huella mecánica, que vienen siendo reemplazados por plataformas digitales e identificación biométrica. Esto ha sido especialmente bienvenido por los clientes constructores quienes están en la nueva realidad de ventas virtuales. Así mismo, hemos transformado los procesos de pagos desde los fideicomisos, con plataformas de autogestión con todas las seguridades disponibles.
La eliminación del papel en contratos, órdenes, instrucciones y encargos. La autogestión de la información a través de servicios en línea con plataformas modernas y sencillas que le brinden una grata experiencia al cliente son fundamentales, al igual que la gestión de documentos a través de firmas digitales que legalmente cuentan con plena validez. En el futuro, esperamos muy cercano, se incorporarán estos servicios fiduciarios con plataformas institucionales que eliminen de plano las engorrosas e insostenibles resmas de papel notarial que todavía acompañan las transacciones de bienes sometidos a formalidades anacrónicas.
La clave es sin duda la interacción y la autogestión digital con la entidad fiduciaria, de suerte que el cliente no dependa de una operatividad burocrática y presencial. El contacto humano, la interacción personal, aunque sea un tabú decirlo en estos tiempos, no desaparecerán del mundo fiduciario. De ninguna manera. Estarán disponibles para lo que debe ser: La construcción de una idea, la estructuración de un negocio, la atención de una dificultad y la innovación fruto de la cooperación. Ello ciertamente es irremplazable en un sector fiduciario tan fabulosamente atípico como el nuestro.
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