«Las empresas tienen la capacidad de desencadenar procesos colaborativos e innovadores en nuestra sociedad, teniendo como insumo principal la creatividad de las personas que hacen parte de sus grupos de interés.»
El cambio climático, la extinción de especies de animales, la desaparición de ríos, el exceso de residuos que llegan hasta los lugares más profundos del océano, los estallidos sociales en países de Latinoamérica y Asía, no han sido suficientes para darnos cuenta que hay algo que no funciona en nuestra manera actual de vivir. La naturaleza todavía tiene que darnos más señales para que finalmente decidamos cambiar el rumbo y nos manda un golpe de aparente knockout llamado Covid-19.
Se podría decir que hay algo positivo de esta nueva crisis y es que nos afecta a todos. El mundo entero cayó rendido ante la amenaza de este microorganismo y nos vimos obligado a hacer lo que antes parecía imposible: bajar la producción, bajar el consumo y dedicarnos a cuidarnos mutuamente. Es probable que sí valoremos la vida por encima del dinero después de todo.
Esta lección obligada de colaboración nos está entregando pistas muy importantes de cómo se puede ver la sociedad después de la pandemia. No estoy hablando de las fotos del trabajo en equipo en los informes de fin de año, sino de la colaboración real y profunda, fundamental para lograr el equilibrio en los ecosistemas que habitamos, al permitirnos conversar para llegar a acuerdos y generar cambios. Al colaborar, se contrarrestan los efectos del individualismo, pues a mediano y largo plazo nos permite crear y fortalecer relaciones de confianza. Así evitamos las fugas o trastornos de los sistemas económicos, políticos y sociales, permitiendo que los recursos circulen por el sistema hasta llegar a las personas que lo necesitan y que más van a aprovecharlos. Podríamos afirmar que la colaboración es el elemento que le permite a los ecosistemas ser resilientes.
Muchas veces creemos que sobrevivir se trata de competir y ser feroces, pensamos en la ley del más fuerte que debe eliminar a los demás para garantizar su existencia. Esto tiene mucho sentido si tenemos una mirada individual y a corto plazo pero si queremos sobrevivir como colectivo, como humanidad, la capacidad de articular nuestra creatividad por medio de la colaboración; es la herramienta secreta para adaptarnos a nuevos contextos, futuros inciertos y sobrevivir en el largo plazo.
Un sistema no puede alcanzar su máximo potencial si hay elementos egoístas preocupados por intereses propios, porque las dinámicas basadas en el individualismo desestabilizan el sistema a tal punto que pone en riesgo su existencia al consumir los recursos de muchos en unos pocos. Tenemos que ser capaces de construir sistemas inteligentes basados en la colaboración que identifiquen estos elementos corruptos, los eduquen y los conviertan en elementos valiosos que garanticen la vida del sistema, al mismo tiempo que la vida de cada elemento que lo compone. La colaboración es lo único que puede generar ecosistemas virtuosos que aseguren la supervivencia colectiva, imitando las relaciones simbióticas que se ven en cada rincón de la naturaleza.
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La colaboración no se trata de tomarnos de las manos alrededor de una fogata, es una estrategia de supervivencia que genera entornos de respeto, confianza, coordinación y acciones colectivas buscando el bien común. Es en los entornos colaborativos donde se desata la innovación, cuando existe un propósito que representa los intereses del sistema en su sentido más amplio y que hace a cada uno de sus elementos vibrar al mismo ritmo.
Pensemos en la vida de los humanos cazadores de hace unos 45.000 años y el momento en que decidieron dejar de cazar pequeños conejos para compartir un trofeo mayor, como un mamut, que aseguraba alimento para toda una tribu, poniendo en riesgo sus vidas. Este acto tuvo que haber surgido en un entorno de confianza, que le permitía a cada cazador saber que los demás compartirían el alimento, en beneficio de toda la tribu en un entorno donde la capacidad de comunicación era suficiente para asegurar la coordinación de movimientos entre varios cazadores.
El ambiente ideal detonó nuevas maneras de actuar, permitió que los cazadores innovaran en la manera de conseguir el alimento y se atrevieran a apostarle a presas mucho más grandes que ellos. Según un artículo de la revista Science (15 Enero 2016, Vol. 351) este hecho fue el que permitió a los humanos cruzar el estrecho de Bering y expandirse por el planeta. Es poco probable que en esa época, un humano hubiese podido cazar a un animal de más de 5 metros de alto y 9 de largo y mucho menos, sobrevivir el paso por este lugar sin la compañía de otros.
Todavía podemos esquivar el golpe, movernos rápidamente y recuperar el aliento. Decirle a la naturaleza que queremos seguir acá, que estamos dispuestos a coexistir con otros seres, que vamos a dejar atrás nuestro estilo de vida antropocéntrico, incluso dinerocéntrico, construyendo dinámicas económicas, políticas y sociales biocéntricas, con el compromiso de cuidar y regenerar los elementos que permiten nuestra existencia: el agua, el oxígeno y el alimento, para que todos podamos disfrutar de ellos, no solo quienes pueden pagar.
Un punto de partida clave para generar esas nuevas dinámicas y superar la vulnerabilidad que envuelve actualmente a nuestra tribu, son las empresas. Impulsando su rol social fundamental con una lógica colaborativa, y no de simple subordinación o servidumbre, es posible aprovechar el potencial de cada uno de sus colaboradores, procurando ese propósito común que representa los intereses del ecosistema en su totalidad.
Las empresas tienen la capacidad de desencadenar procesos colaborativos e innovadores en nuestra sociedad, teniendo como insumo principal la creatividad de las personas que hacen parte de sus grupos de interés: empleados, proveedores, clientes, distribuidores, usuarios, vecinos. Es cuestión de replantear las estructuras que han permanecido estáticas durante tantos años permitiendo que la materia, la energía y la información fluyan acompañadas de metodologías de innovación abierta con procesos de diseño participativo virtual y tracen las bases de nuevos procesos colaborativos. De esta manera se darán conversaciones e intercambios que inspirarán a cientos de mentes creativas a proponer ideas de cómo alcanzar el gran trofeo y asegurar la supervivencia.
En la era del open source y la colaboración radical, veamos la crisis sanitaria como una “oferta que no podemos rechazar. Te aseguro, que en tu organización existe un enorme potencial innovador que estás desaprovechando solo por pensar como un cazador de conejos que mira desde lejos a los mamuts.
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