Y así estaba yo, mirándome al espejo emprendiendo los primeros sueños de este emocionante viaje: una persona exitosa, una casa grande, una familia feliz, y tiempo para disfrutar mientras se llenaban las arcas de eso que llaman dinero. Con los años, esa ilusión se confunde en ego y ese ego se transforma en tu propia realidad.
Las primeras bengalas de éxito, siempre se dan en una etapa temprana, en donde uno se emociona de superar los retos iniciales y da el primer paso victorioso. Es ahí donde uno cree que podrá superar cualquier problema que se enfrentaría. Y yo creía que lo podía todo, ese era yo mirándome a ese espejo: vestido de glamour, muchas botellas descorchándose, mucha gente aplaudiendo y un evangelista de mi propio ego.
Como cualquier historia de vida, en donde el camino es una montaña rusa de emociones, hay subidas y bajadas, comienza suave y luego mayor velocidad y pendiente. Es en ese momento donde viene el vértigo, en donde te da miedo mirar para abajo por miedo a caerte y no quieres subir por miedo a ver abajo.
En esa confusión, uno se refugia de cualquier «comodín» que pueda controlar (como la estrellita de Mario Bros que derriba todo con música melódica)Esclavo de eso que quieres ver, y no está ocurriendo realmente es donde uno toma las peores decisiones y uno ya se ve al espejo igual que aquella vez pero sentimos que algo nos falta. Cómo si el traje que vestiste muchas veces ya no te queda bien. ¿Cuántas veces nos ha pasado algo similar?
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Pero como los emprendedores, somos unos entusiastas cautivos, unos optimistas sin piso, unos superhéroes sin villanos, unos confundidos frente a su mismo espejo. ¿Qué pudo fallar? ¿Seré yo el que se equivoca, o es el resto? O mejor dicho, soy yo quien no comprende el mundo, o el mundo está en contra mía. Es en ese momento del viaje, en donde declaramos que ese espejo tiene alguna falla, no refleja lo que somos y ya no sirve. Agarramos una piedra y rompemos ese espejo que tantas lecciones nos dio.
Viene la época de calma, de reflexión y justamente en ese momento que uno se hunde en sus frustraciones y solo para los que puedan tener una inteligencia de autoconocimiento y empatía podrán encontrar el ingrediente secreto para no pasarse la vida rompiendo cada espejo que no proyecta lo que el ego propone.
Emprender es un arte, es para incomprendidos y valientes, es para revolucionarios y perseverantes, es para los que se autocritican para validarse a uno mismo, es para almas solidarias, es para los que están dispuestos a desprenderse de lo que uno quiere frente a lo que uno es. En mi vida, he roto muchos espejos porque siempre pensé que era una proyección errónea de lo que era, sin saber que el espejo se reía de mí, cuando me veía en gloria cuando realmente estaba desnudo, solo y cansado.
Ahora luego de tantos espejos rotos, y egos quebrados, aprendí que para emprender esta maratón de largo aliento, uno se tiene que despojar de todo lo que te vista, y darle más valor a lo que uno es; descubriendo la pureza de tu esencia, abrazando los retos del camino y que aunque estés desnudo frente a tu espejo, sabrás que te quedarás con ese reflejo para nunca más romperlo. ¿Y tú, cuántos espejos falta que rompas?
Dedicado a todos los que aunque saben que lo han ganado todo, en la cima no se ciegan con el sol, y para los que han perdido todo, no temen volver a escalar.
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