Mi vida ha estado llena de situaciones inesperadas, pero ninguna de ellas me preparó para lo que estaba por venir. Jamás hubiese imaginado que, de un día para otro, estaríamos todos encerrados en nuestras casas, intentando abrir la mente y los sentidos, tratando de entender la gravedad de la situación. De la noche a la mañana, vimos cómo nuestras vidas (y las relaciones humanas, los negocios, los pasatiempos, la medicina, etc.) cambiaron por completo. La pandemia que vivimos desde inicios del 2020 ha impactado de manera irreversible nuestras vidas y las de cada uno de los seres humanos de este planeta.
Lo primero que debes saber de mí es que mi primer hogar fue un circo. Fue así como crecí en ese ambiente de personajes extravagantes y situaciones únicas, que determinaron mi manera de ver a las personas y al mundo.
1. Haz del cambio una oportunidad
La vida del circo era un tránsito constante. Mi hogar fueron muchos espacios y muchas ciudades, lugares diferentes y en constante cambio y movimiento.
Los cambios son constantes e inevitables, no importa cuánto nos resistamos a ellos, ni cuánto pataleemos para que no sucedan. Estos se darán y cada vez más rápido. A nosotros nos toca estar en continua adaptación, pues lo que ahora parece innovador, mañana será obsoleto.
Lo más importante que debemos tener en claro es que aquello que nos moviliza son los sueños y la pasión que tenemos por estos. No le tengas miedo al cambio, míralo como una oportunidad para superarte y crecer, para experimentar y aprovechar todo tu potencial. Ese es el camino que recorre un líder en los emprendimientos y en la vida.
2. Toma las riendas de tu vida
Uno de los libros que más me ha impactado es La Hipótesis de la Felicidad, del psicólogo estadounidense Jonathan Haidt. Lo que plantea en este libro, lo hace a través de una analogía familiar: la del jinete y el elefante.
A partir de esta relación, él logra explicar cómo en nuestro cerebro existen dos sistemas que funcionan al mismo tiempo, el consciente y el subconsciente. El lado consciente es el racional: aquel que analiza las situaciones para tomar decisiones y resolver problemas, aquel que planifica con la mirada puesta en el futuro. El lado subconsciente, en cambio, es más impulsivo, ese instinto que te lleva a actuar guiado por tus emociones antes que por tu razón. El lado consciente es prudente; el subconsciente no mide las consecuencias.
De esta forma, son tres elementos los que debemos contemplar a la hora de plantearnos un objetivo. En primer lugar, está el jinete. Deja que él tome las riendas y, tras evaluar varias opciones, decida qué camino debes seguir: plantea un objetivo claro y realista, y trata de identificar cuáles son los pasos que debes tomar para alcanzarlo. En segundo lugar, ponte en contacto con tus emociones. ¿Cómo te hace sentir esa decisión? ¿Qué emociones positivas puedes identificar y qué miedos te despierta? Luego, busca en ese gigantesco mundo de emociones la motivación para alcanzar la meta que te has trazado. Finalmente, prepara el camino: revisa las circunstancias y evalúa qué obstáculos puedes encontrar en la marcha.
Te puede interesar: 10 herramientas infalibles para reinventarte
3. Doma tus fieras
Definitivamente hay gente que es más temeraria y se lanza sin mayores reparos a situaciones desconocidas; hay otras, en cambio, que solo avanzan cuando están seguras de que no hay riesgos por delante. El problema con este último grupo es que, muchas veces, logran avanzar muy poco o nada en los retos o planes que se proponen, ya que el camino es incierto. Nuestras ganas de salir adelante deben ser mayores al temor que nos paraliza.
Creo firmemente que el coraje no es innato. Este se puede desarrollar, siempre y cuando primero hagamos un trabajo de introspección y logremos identificar qué es aquello que nos da vergüenza o temor. El miedo es un mecanismo de defensa que aparece cuando estamos frente a una situación de riesgo que es desconocida y que nos genera mucha tensión, y está vinculado a nuestra necesidad de mantenernos fuera de peligro y preservarnos.
Se necesita tener coraje para aceptarse como un ser imperfecto, pero eso nos lleva a ser compasivos con nosotros mismos. Y resulta que no podemos practicar la compasión con otras personas si no podemos tratarnos con amabilidad primero a nosotros.
Esa conexión con uno mismo es de lo que realmente se trata el coraje. Todos somos vulnerables y debemos dejar de lado el miedo a conectarnos con esa parte de nosotros.