La salud es una vía imprescindible para el desarrollo económico de los países, ya que contribuye de manera directa en la formación de capital humano. Cuando los países tienen ciudadanos saludables, son más productivos. Es por eso que, al igual que la paz, la salud es el mejor negocio para una nación.
Kenneth Arrow es uno de los economistas que más ha investigado la correlación existente entre la inversión en salud y el desarrollo de una nación. Sus estudios muestran que cuando la gente está sana y cuenta con estabilidad financiera, las economías resultan más prósperas, con beneficios que son diez veces mayores que los costos iniciales.
Es de señalar que no es el sistema de salud ni los aseguradores quienes tienen la responsabilidad absoluta de garantizar que toda la población este sana. Según Lalonde, hay distintas variables que determinan la salud, entre ellas la biología humana; el medio ambiente con sus factores físicos y sociales; los estilos de vida con los patrones de comportamiento de las personas; y el sistema de salud con sus servicios y accesibilidad.
Los sistemas de salud tienen un porcentaje mínimo de incidencia en la salud de la población, solo el 10%; mientras que los estilos de vida, que es responsabilidad directa del individuo, tienen un peso del 50%. Un buen sistema de salud debe estar organizado para garantizar la accesibilidad y oportunidad para el goce efectivo del derecho a la salud, esto incluye servicios de calidad y humanizados. Pero es necesario que los individuos adopten hábitos y conductas saludables para gozar de una buena salud definida como “la capacidad de las personas o las comunidades para adaptarse, o para autogestionar los desafíos físicos mentales o sociales que se les presenten en la vida” (Alejandro Jadad).
Así que, al evaluar la eficiencia del sistema de Salud, donde se ha demostrado que gasta más de los recursos disponibles, hay que entrar a evaluar qué parte de ese gasto adicional está siendo por falta de prevención de los propios ciudadanos. Aquí cobra una mayor relevancia la tesis central de Arrow sobre la imposibilidad del mercado para hacer una asignación eficiente de los recursos, debido principalmente, a la incertidumbre respecto a la incidencia de las enfermedades y a la eficacia de los tratamientos.
“No es más eficiente el país que invierte más recursos en cada persona para la cura de enfermedades; sino el país que invierte más recursos en mitigar los riesgos de enfermar”
Por lo anterior, la columna vertebral de los sistemas de salud es el agenciamiento adecuado de los riesgos. La identificación temprana de los determinantes sociales que puedan poner en riesgo la salud de los individuos permite ahorrar tiempo, recursos, discapacidades y muertes. Esto genera una espiral virtuosa de: menos enfermedades significa más gente trabajando y teniendo mejores ingresos; los mejores ingresos familiares se reflejan en más educación y menos pobreza; más educación y más salud incrementan el crecimiento económico; y este mayor crecimiento produce mayor inversión en salud y educación.
En este contexto, para la población pobre y vulnerable del país, es alentador que las políticas públicas de los últimos 25 años estén orientadas hacia una justicia redistributiva que buscan mejorar la equidad en el acceso a los servicios de salud. Para ello, ha sido fundamental la inversión en infraestructura hospitalaria y el aumento de la cobertura en agua potable y alcantarillado; aun cuando en zonas rurales y dispersas existen grandes lunares en estos aspectos.
Las dificultades económicas que se han presentado en el sector derivadas de “la ubicuidad del fenómeno de la incertidumbre radical” que hablaba Arrow, no han sido óbice para que se presenten resultados sobresalientes, que hacen que el sistema de salud colombiano esté ubicado en el puesto 22 a nivel mundial según el último ranking de la OMS, donde destacan una cobertura del 97%, la equidad en el financiamiento, con un gasto de bolsillo de solo el 14%, con bajas tasas de mortalidad materna y mortalidad infantil, entre otros indicadores de salud pública. Estos resultados en salud han permitido que desde 1990 se haya incrementado la esperanza de vida al nacer de 69 años a 75 años.
Adicionalmente, Colombia fue calificada por la Revista International Living como el tercer mejor sistema de salud en el mundo. Esto como consecuencia de lo anotado anteriormente, sumado a que es el país con un mayor número de hospitales con la mejor calidad en servicios de Latinoamérica.
Por último, según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, se muestra un descenso muy importante de los embarazos en adolescentes, siendo la tasa más baja en 28 años, que denota la connotación de un país con más apertura a la planificación y a la educación sexual, con una juventud más consciente de sus derechos y deberes.
Es importante señalar que el gasto de salud en Colombia como proporción del PIB es solo el 6,8% (de los cuales 5,2% es gasto público y 1,6% es gasto privado), comparado con 7,7% en Chile, 9,1% en Inglaterra y 17,1% en Estados Unidos. Mientras que el costo per cápita en el país es $672 USD en todos los regímenes, incluidos los de excepción (el costo per cápita de la seguridad social, régimen contributivo y subsidiado es solo $250 USD), frente a un costo per cápita de $4.353 USD en Inglaterra y $10.043 USD en Estados Unidos.
Estos resultados serían motivo de orgullo para cualquier país, pero en Colombia se sigue viendo el sistema de salud como un sistema defectuoso, ineficiente, costoso y corrupto. En todo el territorio nacional se realizan 694 atenciones por minuto, pero lo que se resalta es que cada cuatro minutos se presenta una tutela, que representan un 0,57% del total de atenciones. A esta manera de presentar los resultados, alguien la definió como la extrapolación del amarillismo.
La evidencia demuestra que no es más eficiente el país que invierte más recursos en cada persona para la cura de enfermedades; sino el país que invierte más recursos en mitigar los riesgos de enfermar. Suele medirse la proporción del gasto en salud frente al PIB como un indicador para la formación de capital humano; sin embargo, el resultado está sujeto a la capacidad de la redistribución de esos recursos, y a la progresividad del gasto en términos de equidad y costo-efectividad.
En medio del ruido que puede provocar la afirmación de que la salud es el mejor negocio para un país, es preciso también afirmar que, los retornos no están en la negación de los servicios, porque tales negaciones lo que implican son mayores costos futuros, y por lo tanto, pérdidas financieras para las compañías, insolvencia para el sector y resultados negativos para el país.
Por eso, solo en la medida en que se invierta más en temas preventivos, en investigación, desarrollo e innovación; en esa misma medida, es posible proporcionar mejor experiencia para los pacientes, y surgirán más oportunidades para otros sectores. Es indudable que salud y economía constituyen un binomio inseparable, porque no hay decisión en salud que no implique una decisión económica.
En definitiva, la salud es un gran negocio para todos. Para los individuos, que estando saludables puede emplearse y ser más productivos; para la sociedad, que al mantener la población saludable puede reorientar recursos para educación como otro vector de la formación de capital humano; para los países que dinamizan su economía cuando trabajadores sanos aumentan la productividad por cuenta del aumento de los años de vida saludable; y para las firmas, que pueden encontrar mano de obra competitiva en un entorno amigable y de altos retornos sobre sus inversiones.
Arrow, Kenneth. Por qué los economistas se ocupan primero de la salud. http://elpais.com/elpais/2016/01/07/planeta_futuro/1452183020_393193.html
http://ocw.unican.es/ciencias-de-la-salud/salud-publica-y-atencion-primaria-de-salud/material-de-clase/bloque-ii/2.1_factores_determinantes_salud.pdf
CHICAIZA, García y Lozano. Hacia Una Economía Institucional de la Salud