«Nuevas dinámicas de innovación y creación en todos los campos han surgido para cambiar las cosas como siempre se han hecho. Un ejemplo vívido y controversial de esto es Bitcoin.»
El siglo XXI se caracteriza por el desarrollo de la digitalización y el poder de la información a nivel global, pues quien la domina y quien accede a ella tiene las mejores oportunidades. Esto sucedió en la primera década de este siglo, sin embargo, a la par han surgido diferentes formas de descentralizar el poder. El que la información llegue a todas las personas mediante el Internet hace que las jerarquías de poder establecidas tradicionalmente tambalean y muten. Nuevas dinámicas de innovación y creación en todos los campos han surgido para cambiar las cosas como siempre se han hecho. Un ejemplo vívido y controversial de esto es Bitcoin. Una tecnología que surge sin intermediarios y hace uso de los avances informáticos para agregar un valor al sistema financiero convirtiéndose en el activo de mayor valorización de la última década.
El 3 de enero de 2009, el canciller del tesoro británico anunció el segundo rescate al sistema financiero. El efecto sistémico de la crisis subprime, originada por la burbuja de precios de la vivienda en Estados Unidos, créditos indiscriminados sin análisis de riesgo y el impago de miles de personas en su deuda hipotecaria, tuvo un efecto devastador y retrasó el desarrollo económico mundial, aproximadamente, diez años. Junto con la crisis estaba el desafío por el sistema financiero de retornar la confianza de la sociedad en el “libre mercado”, por lo que ese mismo día de la noticia se crea el “Bloque Génesis”; el punto cero que da vida al primer bloque (registro) en la red de Bitcoin y a sus primeros 50 bitcoins en circulación.
El 3 de enero de 2009 es una fecha recordada por la reafirmación de la debacle financiera, como también por la invención más importante después de Internet: el primer sistema de dinero digital persona a persona que no depende de intermediarios ni bancos centrales. Ya son once años desde su creación y la sociedad todavía se pregunta qué es y la razón por la cual es y será tan importante.
Bitcoin es creado por una persona o grupo de personas con el pseudónimo japonés de Satoshi Nakamoto, quienes publican en 2008 su famoso “White Paper” o “Libro Blanco”, cuya idea consiste en desarrollar una representación de dinero de Internet, cuya cantidad es finita y permite transferir valor entre personas de forma directa, sin necesidad de un intermediario que controle el sistema (descentralizado) y tan fácil como enviar un correo electrónico. Es decir, corresponde a un sistema de dinero 100% digital, cuya magia es procesar operaciones que se agrupan en bloques de datos encadenados matemáticamente (blockchain), en las que participan de forma abierta y libre miles de ordenadores (computadores/hardware), que verifican cada transacción (el emisor, el destinatario y el valor) y compiten entre sí por una recompensa (bitcoins), lo que le da una alta seguridad y garantiza la inmutabilidad de la red.
Es así como Bitcoin, entre otras, se convierte en la respuesta a los problemas del doble gasto y el dilema de los generales bizantinos que, aunque no nos dicen mucho, es uno de los grandes dolores en la era de Internet y la computación. Con un desarrollo que parecía ciencia ficción, puedes enviar dinero a cualquier persona en cualquier lugar del mundo, de forma segura, ágil y con la simplicidad de un mensaje instantáneo.
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Con la creación del primer bloque de la red, denominado el “Bloque Génesis”, explicado anteriormente, inicia la carrera por la competencia de desarrolladores y adeptos de la tecnología de recibir una recompensa por unos cuantos bitcoins. El destacado criptógrafo y uno de los activistas más importantes del movimiento cypherpunk (organización que promueve el uso de la tecnología y la criptografía para mantener un principio fundamental, social y político del ser humano que es la privacidad en la era digital), Hal Finney anuncia el nacimiento de Bitcoin al mundo entero a través de un tuit el 11 de enero de 2009. La historia cuenta que el primer intercambio se ejecutó por 10 bitcoins que recibió Finney del misterioso Satoshi, en retribución por confiar y apoyar la red (Bastardo, 2019).
Con el entusiasmo de la comunidad tecnológica, Bitcoin sigue corriendo transacciones y gana más adeptos alrededor de Internet. El 22 de mayo de 2010, Laszlo Hanyecz (Moore, 2020), uno de los primeros mineros de Bitcoin que trabajó en equipos computacionales más sofisticados para procesar transacciones más rápidas, compra dos pizzas de Papa John’s a cambio de 10 mil bitcoins. Con una sonrisa anecdótica y nostálgica de un evento que parece insignificante para algunos, se recuerda este acontecimiento como el gran poder de Bitcoin para convertirse en un medio de pago y ejecutar su primera compra en la historia, cuyo valor al día de hoy ascendería a los 95 millones de dólares estadounidenses.
Dos años después de disfrutar el sabor singular y memorable de las dos pizzas más caras en la historia, para el año 2012, la capitalización de mercado de Bitcoin ascendía a su primer billón de dólares estadounidenses, un hito que produce la atención del mundo y, en especial, del sistema financiero tradicional. De igual forma, para este mismo año, se produce el primer “Halving”, un evento que ocurre cada vez cada cuatro años (para ser más específicos, cada 210 mil bloques minados o procesados en la red), y reduce a la mitad la recompensa que obtiene un minero (ordenador/hardware) por proteger el sistema a través del procesamiento de información y resolver algoritmos altamente complejos. Esto lleva a que la búsqueda por obtener sea más escasa y genere mayor competencia matemática para ganarse un bitcoin o una fracción de este (satoshis).
Para julio de 2015, se lanza la red de Ethereum y su moneda nativa, el Ether, la invención de un joven brillante llamado Vitalik Buterin, quien en respuesta a una comunidad que quería mantener la esencia de Bitcoin intacta, abre la puerta al uso de Blockchain, la tecnología subyacente, más allá de una transacción financiera. Como algo premonitorio, recogido de un pasaje del manifiesto criptoanarquista de Timothy May, la sociedad ve una luz en la tecnología como un catalizador de transparencia y defensa de identidad en la sociedad, cada día más consumida por la virtualidad y exposición de su privacidad.
A mediados de 2016, se da nuevamente el tan anhelado “Halving”. Como lo vimos anteriormente, este proceso genera mayor complejidad, valor a la red y, por consecuencia, se espera que ese valor igualmente se refleje en su precio, lo que ha sucedido efectivamente, ya que la capitalización de mercado de Bitcoin pasó de 10 a 15 billones de dólares estadounidenses.
Internet se da cuenta que podía ir por más y empieza su gran auge, pues Blockchain se consolidaba como una tecnología prometedora. Contratos inteligentes, identidad soberana, tokenización, auditabilidad y trazabilidad de procesos privados o estatales, entre otras invenciones, se convierten en parte de la discusión de los líderes del mundo, al pensar en un futuro prometedor para quienes trabajaban con la misión de convertirse en agentes de impacto.
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Para 2017, con una capitalización de mercado cercana a los 17 billones de dólares estadounidenses, los millonarios hermanos Winklevoss, más conocidos por demandar a Mark Zuckerberg, por los derechos de Facebook, solicitan a la comisión de valores de Estados Unidos su intención de constituir el primer fondo negociado en la Bolsa de Nueva York (NYSE) con exposición a la variación en el precio de Bitcoin, más conocido como ETF (Exchange Trade Fund). Su solicitud es rechazada, con el argumento de ser un activo manipulable, altamente riesgoso y sin liquidez.
Sin embargo, como en un gran acontecer de una revuelta independentista, las transacciones Bitcoin crecen exponencialmente y, con ello, su precio. Bitcoin es tendencia en medios y su capitalización llega en ocho meses a los 237 billones, alcanzando un precio máximo de 18,960 dólares estadounidenses, cada uno. La popularidad del dinero digital descentralizado se convierte en el foco de observación del sistema financiero y de miles de personas que, en una actitud ventajosa y maliciosa de socarrones, mancillan el buen nombre de esta tecnología para promover intenciones vacías, irrumpiendo en el boom de las aplicaciones que “usaban tecnología Blockchain”, en un interés puramente económico y simplista de enriquecerse prometiendo un lugar en el cielo, si se unían al mesías “Blockchain”.
En el segundo semestre, con Bitcoin creciendo vertiginosamente, la bolsa de derivados financieros más grande del mundo —la bolsa mercantil de Chicago (CME)— acoge las peticiones de inversionistas institucionales y anuncian el lanzamiento para el mes de diciembre de 2017 de contratos de futuros sobre Bitcoin. Un instrumento financiero de cobertura de riesgo que permite a los capitales del mercado de valores comprar o vender a una fecha y precio pactado en un índice con exposición a los cambios en el precio de Bitcoin, sin comprar o vender directamente este activo. Ante el anuncio, aparece el sentimiento obscuro de los especuladores, quienes enaltecen a Bitcoin solo por su precio y lo inevitable ocurre: el ascenso vertiginoso y eufórico pasó cuenta de cobro.
Para finales de 2018, Bitcoin pierde más del 80% de la capitalización de mercado ganada en 2017 y llega a un precio mínimo cercano a los 3 mil dólares estadounidenses. La caída produjo un knockout para quienes eufóricamente invirtieron creyendo en riquezas fugaces y depuró en quienes creen en Bitcoin más allá del precio. A pesar de no ser el único descenso, el mundo pensó una vez más que la criptomoneda más poderosa había muerto y en un sin fin de noticias que parecían obituarios, abandonan su interés por Bitcoin.
En medio de sentimientos negativos y apreciaciones despectivas por parte de importantes gurús inversionistas, de gran reconocimiento por su riqueza producida en los mercados financieros del 2019, Andreas Antonopolous, evangelista y escritor de importantes libros sobre Bitcoin y Ethereum, manifiesta que Bitcoin no se trata del dinero, sino de la confianza, de una respuesta al poder de nuestra identidad, datos y recursos. Para finales de ese año, la criptomoneda cierra con una valorización anual cercana al 100%, demostrando una vez más que, como una pelea de Rocky contra Apollo Creed, esto se acaba hasta que la campana suena; y reafirma el inmenso valor de Bitcoin, independiente de su precio, como el mecanismo de mayor acceso, seguridad e inclusión para transferir dinero.
En medio de una situación que parece sacada de una película apocalíptica, la sociedad sufre los graves vestigios del encierro y el temor de la muerte producida por un virus, mientras que los gobiernos imprimen dinero e intentan estimular sus economías, en medio del hambre y la incertidumbre, la tecnología abre su paso de forma contundente para replantear el “nuevo orden mundial”, que hasta la fecha ha estado marcado por la desigualdad en las personas de países emergentes, particularmente, aquellas que pertenecen a poblaciones vulnerables o son migrantes. No olvidemos que la mayoría de la población global no tiene acceso al sistema financiero. Sin embargo, en los meses de aislamiento, Bitcoin ha tenido un precio cercano a los 9,500 dólares estadounidenses (una valorización año corrido superior al 30%).
Ahora bien, pese a los comprobados efectos que puede tener el uso de la tecnología en la superación de las desigualdades y la redistribución de la riqueza, aún no se ha logrado eliminar los estereotipos y obstáculos que envuelven su uso. Actualmente, por lo menos, los detractores han comenzado a buscar en Bitcoin un instrumento de reserva y resguardo ante la gran incertidumbre de los mercados financieros, al ser el activo de mayor valorización de la última década. Esto permite reconocer el valor y desarrollo tecnológico-informático que representa esta innovadora forma de transacciones descentralizada con dinero digital, además de demostrar que pese a las dificultades y el uso erróneo de muchos que deseaban hacer fortuna, a partir de su existencia y desarrollo efímeros, cuando pensamos que no volvería a resurgir, solo nos queda por decir: ¡Larga vida a la reina Bitcoin!
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