Para la comunidad cristiana alrededor del mundo Jesús, es el ejemplo de vida, un ejemplo que no pierde coherencia y relevancia a pesar de los desarrollos tecnológicos y avances de la ciencia. Seguir su ejemplo en todas las áreas de la vida es una expectativa que se tiene para aquellos que se llaman sus discípulos y se espera que se viva en todas las áreas de la vida. Como maestro Jesús nos enseñó con sus palabras y con su ejemplo. Los relatos acerca de su vida son ampliamente conocidos, leídos, puestos en escena por actores que han hecho que su historia y enseñanzas sean conocidas.
Sus enseñanzas abarcan una gran cantidad de temas, no solo los temas religiosos y espirituales, con acciones muy sencillas nos enseñó de política y las posiciones que debemos asumir frente a eventos políticos y nuestra participación en los gobiernos. Muy frecuentemente enseñaba acerca de las relaciones interpersonales. Temas como la resolución de conflictos, el perdón, la restauración, entre otros temas eran aproximados desde el ejemplo y las historias cotidianas con aplicación. Su constante deseo de ver a sus discípulos transformados en su ser y en su hacer, nos lleva a pensar en la dimensión divina y en la dimensión humana en las que Jesús realizó el proceso de enseñanza.
La dimensión de enseñanza más conocida y que mayor énfasis recibe en los sistemas religiosos cristianos del mundo es la divina, no sólo por su naturaleza, sino por la dependencia de Jesús de lo divino para la realización de su actividad. En su humanidad, Jesús al ser Dios asumió una forma humana, sujeta a pasiones, a necesidades fisiológicas, al cansancio, etc. Esa forma humana le hacía dependiente de su otra parte, la divina, indispensable para mostrar la transformación y la forma en que podíamos vivir en la realidad de la vida, eso que llamamos «espiritual» sin necesidad de que se volviera completamente místico o alejado del mundo, más bien la transformación en el ser por lo divino, que se manifestaba en el que hacer. Esa transformación le permitía a Jesús en su humanidad modelar la dependencia de Dios en todas las áreas de su vida, los relatos de Mateo 14:23, Marcos 6:46, Lucas 6:12, Marcos 1:35, Lucas 5:16, entre otros son evidencia de que Jesús en su humanidad dependía del Espíritu Santo y del Padre para ejercer su tarea en la cotidianidad, literalmente todo lo que hacía Jesús estaba sujeto al mandato divino, estaba guiado por Dios y cuidadosamente ejecutado en la tierra.
Las acciones de Jesús requerían un constante desarrollo del conocimiento, porque, aunque tenía naturaleza divina, su condición humana requería que su conocimiento fuera desarrollado. En el momento que Jesús abre los rollos de la ley y lee la porción de Isaías en la Sinagoga en Nazaret (Lucas 4:16-30), no sólo conocía lo que leía, sino que entendía lo que quería decir la porción. En el relato de los evangelios cuando Jesús se pierde en el templo encontramos que los escribas y fariseos se sorprendían por el conocimiento que Jesús tenía acerca de la ley (la expectativa era que los judíos estudiaran y conocieran muy bien la ley y los profetas), esto requería no solo la memorización sino la constante aplicación en su realidad. La aplicación de manera correcta es lo que se denomina sabiduría: «aplicación correcta del conocimiento a las circunstancias de la vida». Sin embargo, para que se desarrolle la sabiduría se requiere más que el conocimiento, lo que se llama educación.
La educación es una actividad muy maltratada por los que tenemos la responsabilidad de la docencia, pues entendemos erróneamente que en la medida que más conocimiento transmitamos, los estudiantes aprenden mucho más. Es muy posible que los alumnos adquieran conocimiento, pero se queden cortos en su aplicación, mientras que si aplican lo que conocen quiere decir que han aprendido, que son capaces de avanzar en su hacer. Como educadores, nuestro desafío es el de formar personas que sean sabias, que su ser (transformado por lo divino) se refleje de manera constante en un quehacer, que redunde en la transformación positiva de su entorno. Es imposible realizar esto sin la combinación de las dos dimensiones como nos enseñó Jesús, la divina y la humana. Sumado a esto un deseo constante de mejorar y aprender logra en el ser humano la transformación del ser, guiado por Dios de manera constante para que Él sea conocido en todo lugar.
Jesús nos llamó a ser y hacer discípulos, con su formato de educación continua, un formato de educación llamado discipulado, donde se conjuga lo divino (reflejado en la transformación del ser) con lo humano, pues todo lo que se aprende de manera constante se aplica para la transformación del entorno y que vivamos mejor. Sigamos ese ejemplo y convirtámonos en educadores continuos de las personas que nos rodean. No importa si estamos o no involucrados en la academia, desafiemos los paradigmas dentro de los principios fundamentales sobre lo cuales Dios fundó el universo y la interacción humana con este universo. Transformemos el mundo una vida a la vez.
Sumamente interesante, realmente Jesús aplicó diversos métodos de enseñanza, tanto para transmitir o explicar conceptos como para vivir sus enseñanzas y predicar con el ejemplo.
También representa un estilo a imitar en su forma de liderazgo transformacional.
Muchas gracias por brindarnos esta lectura y mostrar esta otra faceta de Jesús.