Las circunstancias sociales, la necesidad impostergable de la actualización, las exigencias laborales, las demandas profesionales y los gustos personales suelen ser buenas razones para decidirse por regresar a la universidad y consagrarse a un postgrado. La oferta es variada y las universidades se esfuerzan por contar con propuestas que se ajustan a las necesidades, tiempos y circunstancias particulares de quienes buscan complementar su formación profesional.
La oferta postgradual en Colombia se concentra principalmente en programas de Especialización, Maestría y Doctorado. La Especialización tiene el objetivo central de desarrollar un tema particular y formar en competencias esenciales para la actualización profesional. Su duración suele ser de dos semestres y, aunque las exigencias académicas son altas, generalmente no exigen trabajos de grado como monografías o tesis.
El Doctorado, en cambio, tiene como objetivo fundamental formar investigadores autónomos que puedan hacer avanzar el conocimiento.
Así que los temas metodológicos de la ciencia, la validez de los modelos, el cuestionamiento de los paradigmas científicos, y la generación de nuevos procedimientos, teorías o aplicabilidad del conocimiento son, entre otros, las preocupaciones centrales de este tipo de formación. Su duración varía según el tipo de disciplina y el proyecto de investigación; aunque generalmente están en el orden de los cinco años de dedicación plena a su desarrollo.
La Maestría tiene otros objetivos. Más que actualizar la formación profesional previa, un programa de maestría busca profundidad, investigación, nuevas aproximaciones teóricas, generación de pensamiento autónomo, y eventualmente generación de nuevo conocimiento. Las hay de profundización e investigación como también disciplinares e interdisciplinares. La duración generalmente es de cuatro semestres.
Maestrìa disciplinar:
Una maestría disciplinar busca fundamentalmente concentrar un aspecto esencial o novedoso de la profesión y aportar la formación de nuevas competencias que se requieren en los demandantes mundos laborales, empresariales, y sociales de hoy. Sin embargo, hay una creciente oferta de Maestrías que por sus temáticas y objetivos son interdisciplinares; esto es, independientemente de la profesión de origen, se proponen el desafío de construir temas y propuestas que por su naturaleza trascienden una disciplina pero que son fundamentales para la complejidad de los actuales contextos.
En esta línea hay propuestas muy interesantes como, por ejemplo, la Maestría en Construcción de Paz de Los Andes, la Maestría en Estudios del Desarrollo de La Salle, la Maestría en Estudios Políticos de la Javeriana, la Maestría en Investigación Social Interdisciplinaria de la Distrital, la Maestría en Estudios Humanísticos de Eafit y muchas otras que constituyen una oferta variada y desafiante para los profesionales adultos que quieren dedicar un buen tiempo de su vida a volver a la universidad.
Sin embargo, encontramos hoy un buen grupo de personas que deciden que su maestría sea una etapa de descentramiento, cuestionamiento profundo no solo del quehacer sino del ser, y un momento de replantearse como personas frente al trabajo, a la política, a las realidades sociales y a otro tipo de profundas aspiraciones humanas. Ven, así, la posibilidad de la maestría como un tiempo de crecimiento personal más que profesional, lo que ciertamente termina por enriquecer profundamente la vida laboral, empresarial y familiar.
Así que las Humanidades que no siempre son la fortaleza de los programas profesionales, aparecen como fundamentales en ciertos momentos de la vida. Al respecto, me parece importante ahondar algunas ideas. Marta Nussbaum es una de las principales pensadoras contemporáneas. Buena parte de su reflexión filosófica la ha dedicado a explicar el papel de las Humanidades en la formación de los profesionales y cómo la crisis de la universidad en muchos lugares se debe a que ha desterrado su estudio del currículum universitario.
La educaciòn hoy en dia:
Sin duda que hoy la educación es un tema ineludible en la agenda política de los países. También lo es en Colombia. Sin embargo, el mayor temor que expresa Nussbaum es precisamente que mucha gente valora la educación únicamente por su potencial de incrementar el crecimiento económico. Obvio que la educación es un motor de la economía y un trampolín para la movilidad social. No obstante, “el afán de lucro” se ha apoderado del espíritu de la universidad pública y privada. Así se ha dado preeminencia absoluta a las ciencias básicas y aplicadas y, lentamente, se ha desterrado la Filosofía, la Historia, la Literatura, el Arte.
Lo que poco percibimos es que en la medida en que las Humanidades se marginalizan, paralelamente la democracia se debilita, la ambición desmedida se dispara, y se van perdiendo valores fundamentales para la convivencia social pacífica y armónica. No son raros los llamados de atención en nuestro medio sobre el por qué muchos de nuestros “excelentes profesionales”, formados en las “mejores universidades” pierden el norte, caen en las redes de la corrupción, y olvidan la justicia, la equidad y la solidaridad.
Nussbaum plantea tres pistas para enriquecer la educación de nuestros profesionales: la capacidad de deliberar bien acerca de los problemas políticos que afectan a la nación; la capacidad de pensar en el bien de la nación como un todo; la capacidad de preocuparse por la vida de otros. Estas capacidades solo se logran con una dosis suficiente de pensamiento crítico que provee, precisamente, una educación humanística seria, informada y profunda: Educación integral “sin fines de lucro”.
Así, “Volver a la Universidad” es un excelente tiempo para crecer, enriquecer el espíritu y, por supuesto, la profesión.