«En la gestión de proyectos; la innovación radica en el proceso que permite hacer realidad un cambio específico y de impacto dentro de la sociedad.»
De acuerdo a cifras de la Asociación Nacional de Industriales (Andi), en su reporte panorama de la gestión social 2019, la inversión social de las compañías en nuestro país fue cercana a los 3,19 billones de pesos, con un aumento del 53% en los presupuestos de inversión en promedio por compañía, en comparación con el año inmediatamente anterior.
Esta tendencia de gestión de proyectos de inversión social, nace de los requerimientos de las Naciones Unidas para lograr sus objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), misión que es enfocada localmente por la empresas mediante la transformación de su entorno, sin dejar de lado el afianzamiento de sus estrategias de negocio; es así, que el 76% de las empresas lo hacen mediante estrategias de responsabilidad social, el 43% emplea el voluntariado corporativo y el 23% con nuevos negocios de alto impacto.
Pese a las cifras de inversión, no todos los proyectos con impacto social, cumplen la génesis por la cual fueron concebidos, algunos porque no alcanzan las metas trazadas y se quedan a mitad de camino; y otros porque no logran llamar la atención de las mismas compañías. Es ahí donde el factor diferencial juega un papel muy importante en el objeto del proyecto, el cambio que incorpore novedades como resultado de la acumulación de conocimiento o experiencias a lo largo del tiempo; la innovación, radica en el proceso que permite hacer realidad un cambio específico y de impacto dentro de la sociedad.
La innovación debe considerar componentes en los entornos culturales, instituciones, ambientales y productivos, que se relacionan con el proyecto, reconociendo en cada aspecto los actores y sus requerimientos reales en territorio, partiendo de una base de investigación formal, sumada a la experiencia adquirida por los saberes locales y ancestrales pertinentes al proyecto a gestionar. En este sentido los modelos de innovación proponen una serie de etapas, que proporcionan un marco útil para su desarrollo, entre ellas están:
- El diagnóstico del problema y la indagación de las causas fundamentales del problema.
- La gestión de propuestas e ideas, diseñando un menú de opciones y fuentes disponibles.
- La generación de prototipos y pilotos; y el sometimiento a pruebas de campo para su perfeccionamiento (prueba y error).
- La sostenibilidad financiera en el largo plazo.
- La sensibilización y socialización de la innovación.
- El cambio sistémico, el cual busca que el cambio propuesto se mantenga por un largo período de tiempo, considerando las adaptaciones conforme cambien las necesidades.
En el ámbito nacional, donde se aplica la innovación en la gestión rural de proyectos sociales, modelos dinámicos como el CREA (Comunidades Rurales en Acción), complementan estas etapas del proceso de innovación, con la intervención integral, sostenible y con enfoque territorial. Para ello, se incorporan en la construcción del modelo las siguientes características:
• Flexible: Se nutre de muchas fuentes y según las circunstancias y condiciones del entorno de implementación.
• Contextualizado: Según, la caracterización del grupo objetivo: etnia, género, religión, entre otras; en cada zona, las circunstancias son diferentes, más que una mirada global es una mirada local.
• Modular: Pueden ser reorganizados dependiendo de las variables de inclusión social y reparación del tejido social ya que la estructura con la que se ha concebido es de interdependencia, ecléctico y de complejidad.
• Sistémico: El modelo tiene una mirada del individuo y de su entorno, teniendo en cuenta todas las dimensiones del ser como humano: Física, mental, emocional y espiritual.
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Sin embargo y pese a la estructuración de la idea innovadora, es común que algunos proyectos no cumplan su objeto social y terminen como un experimento fallido, y es en estos casos, donde el empoderamiento de la población objeto sobre el desarrollo del proyecto pierde su rumbo, convirtiendo “un todos trabajamos”, por el “solo espero que me den”, encasillando a los actores del proyecto dentro de su zona de confort.
Por esta razón cobra gran importancia en su construcción el incorporar en la población objeto, tres de las siete dimensiones del aprendizaje: Aprender a desaprender, aprender a hacer y aprender a trascender; es decir, un cambio de chip, en su pensamiento donde olviden las viejas prácticas y se aprenda a trascender con metodologías vivenciales y experienciales que permitan identificar con un enfoque holístico, sus fortalezas en el desarrollo cotidiano de sus roles, las formas de compensar sus debilidades, para que éstas sean su oportunidad de mejora y sea consciente de su papel como transformador activo de su entorno personal, laborar y comunitario, garantizando de esta forma que por encima de las circunstancias, las personas sean realmente la que determinen cuanto se quiere prosperar y beneficiar con el desarrollo del proyecto.
Un ejemplo de lo antes expuesto, donde se aplica la innovación en la gestión de proyectos de impacto social, es la que se viene gestionando con las poblaciones del norte del país, los CREA bionegocios, los cuales parten de una problemática social, bien definida, el crecimiento demográfico que aumenta la demanda de alimentos a escala mundial, especialmente de las fuentes de proteínas de origen animal. En 2030 se tendrá que alimentar a más de 9.000 millones de personas, bajo la presión de factores externos, como la contaminación ambiental, el cambio climático y a otros impactos, como el que actualmente vivimos bajo un estado de confinamiento.
Una de las muchas vías para abordar la seguridad alimentaria, es la propuesta a través de la cría de insectos, los cuales entre sus múltiples ventajas están: sus elevadas tasas de crecimiento y reproducción, el reducido impacto ambiental durante su ciclo de vida, sus niveles elevados de proteínas, grasas y minerales, su cría aprovechando diversos flujos de residuos y el uso eficiente de los recursos, ya que los insectos utilizan mucha menos agua que el ganado tradicional, por ende la eficiencia de transformación de alimento es mucho más rentable, y para el caso particular de estos proyectos que se vienen gestionando, la cría de insectos depende menos de la tierra que la actividad ganadera convencional. El uso de insectos a gran escala como ingrediente en la composición de piensos es técnicamente viable, y en diversas partes del mundo ya hay empresas consolidadas que están a la vanguardia en este sentido.
Estos proyectos buscan con la población vinculada, el fortalecimiento de la productividad, generando una nueva fuente de alimento con potencial de exportación, trabajando desde una perspectiva de progreso y resiliencia multidimensional, encaminada al aprovechamiento de saberes y a la generación de nuevas alternativas laborales sostenibles con el paso del tiempo. En este mismo sentido el proyecto está encaminado a fortalecer 12 de los objetivos del desarrollo Sostenible (ODS) y con la población vinculada se ha identificado el mismo como una oportunidad de progreso bajo su empoderamiento.
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