Nuestra época está marcada por un cambio profundo y muy rápido. Hay muchas razones para ello. Si contemplamos el mundo como un observador interesado, con acceso a una extensa gama de fuentes, no nos resulta difícil hacer una lista de algunas razones fundamentales para el cambio.
Cada vez se hace más desafiante cumplir un rol gerencial dentro de una organización. En la última década nos hemos visto enfrentados a cambios importante en la sociedad provocados por diversas razones; conflictos internacionales, falta de credibilidad en las instituciones, fluctuación en la economía, pandemias, inmigración sin control, polarización de la política, el empoderamiento de los ciudadanos, la violencia, la inseguridad por citar algunos ejemplo, que no son menores.
Este panorama nacional obliga a la alta dirección a tener que tomar riesgos desarrollando una visión estratégica muy diferente a como lo era en el pasado. La propuesta de valor de las empresas debe ser tremendamente atractiva e innovadora para poder cautivar y fidelizar a sus clientes. Las habilidades de sus directivos están evolucionando hacia la adaptación y la empatía, ya que es fundamental comprender y cautivar tanto a sus colaboradores como a sus clientes o consumidores. Esto, a su vez, contribuye a garantizar la continuidad y la estabilidad de la empresa que representan.
El proceso de adaptación está resultando largo y doloroso. Después de muchos años de crecimiento, se encuentran súbitamente en un período de estancamiento. Incluso las corporaciones más grandes comprendieron que su supervivencia estaba en juego si no adaptaban su estrategia, su organización y sus costos a la situación imperante. Además, el mundo financiero empezó a ejercer presión sobre las corporaciones. Su lema era valor para el accionista, recordándoles a los directivos que su tarea fundamental era producir una utilidad razonable para los propietarios y, de esa manera, asegurar la supervivencia de la compañía en el largo plazo.
Ahora bien, cumplir el rol de alta dirección y aportar valor a una empresa es una responsabilidad importante que implica una combinación de habilidades, conocimientos y enfoque estratégico para enfrentar todos los cambios provocados en la sociedad. Por lo tanto se hace más que nunca necesario tener una comprensión profunda del negocio, familiarizarse en todos los aspectos, incluyendo su estructura, operaciones, productos/servicios, mercados, competidores y clientes. Esta profunda comprensión permitirá tomar decisiones informadas y estratégicas con una visión clara y definida para la empresa a largo plazo, identificando objetivos y metas específicas para cada área funcional.
También se debe considerar y desarrollar dentro de la dirección un liderazgo efectivo que inspire y motive a los equipos para el trabajo hacia un objetivo común, fomentando la cultura de colaboración, comunicación abierta y empoderamiento.
La toma de decisiones debe ser basada en datos y análisis, considerando las implicaciones de corto y largo plazo antes de tomar una decisión y poner en riesgo la estrategia.
La gestión financiera cada vez es más clave y se debe asegurar una gestión prudente de los recursos para así asegurar una rentabilidad sostenible. Para el logro de esto es imprescindible identificar y desarrollar el talento dentro de la organización, proporcionando oportunidades de crecimiento y capacitaciones para mejorar las habilidades y capacidades del equipo, logrando la retención de ellos.
Para mantenerse al tanto de las tendencias y cambios del mercado es necesario sorprender con una propuesta de valor atractiva a través de la Innovación y estar dispuesto a adaptar la estrategia si es necesario.
Por último y no menos importante es desarrollar un plan de contingencia para hacer frente a desafíos inesperados.
Para la alta dirección es fundamental desarrollar permanentemente nuevas competencias e ir entendiendo día a día estos cambios, a veces inesperados que provoca el entorno. El concepto DESAPRENDER para APRENDER, cada vez es más necesario para enfrentar la velocidad de estos cambios.