En lo profundo de las palabras hay pistas para entender el mundo. Quizá saludar y salud comparten una misma raíz —salus— porque no se pueden experimentar sin otros. Cada vez que elegimos sanar estamos sanando las miles de redes de las que hacemos parte y, a la vez, cuando sanamos nos acompañan otros seres que nos cuidan y nos enseñan caminos para respetar, cultivar y conservar aquel estado.
¿Y si la salud guiara al mundo entero?, esa fue la pregunta que se hizo Eloi Laurent y desde la cual encontró que “los vínculos sociales y la esperanza de vida explican el 55 % de los niveles de felicidad”. La razón detrás de consolidarnos como comunidades está en que, además de tejedores de historias y relaciones, somos vulnerables. Es, precisamente, esa fragilidad que nos habita la que nos impulsa a pensar cómo vivir mejor, cómo cuidarnos.
Hace 30 años, con la implementación del Sistema de Seguridad Social Integral —compuesto por los sistemas de pensiones, riesgos laborales, salud y sociales complementarios— se establecieron como principios rectores de los servicios de la salud la eficacia, universalidad, solidaridad, integralidad, unidad y participación. Fue, entonces, cuando nacieron las EPS, la cara visible del sistema que hoy nos sigue cobijando.
Son, como en palabras de mi querido amigo, el médico Gabriel Mesa Nicholls, “artífices del milagro social más importante que hemos tenido contra la inequidad en Colombia”. Entre 1995 y 2021 el país pasó de tener una cobertura en salud del 29,2 %, al 99 % de la población, según el Ministerio de Salud. Por supuesto, ese milagro tiene desafíos. Cobertura y acceso son dos asuntos distintos. No en vano, el número de EPS se ha reducido en un 87 %, poniendo a prueba la calidad del servicio de quienes asumen la labor de cuidar a los demás. Esto ha permitido, según el Dane, que hoy sean solo 5,9 % los usuarios que han reportado fallas en el sistema de salud.
En Comfama estamos orgullosos de seguir conjugando ese milagro. Somos IPS que presta los servicios de Sura, la segunda EPS con más usuarios en el país y la primera en Antioquia. Para enfrentar los desafíos de acceso, la IPS Sura Comfama ha multiplicado por 4 el número de Centros Integrales de Salud (CIS) y de afiliados. Pasamos de 10 a 40 Centros Integrales de Salud y de 347.507 a 1.513.273 usuarios entre 2010 y 2022. Conscientes de que nuestra misión como prestadores de servicios salud es poner la vida en el centro, hemos llegado a municipios más rurales como Arboletes, Turbo, Carepa y Apartadó, en Urabá; Andes y Fredonia, en el Suroeste; y El Retiro, El Santuario y La Unión, en el Oriente antioqueño.
Hace poco, por ejemplo, Yely Albany Aristizábal, habitante de la vereda Cabeceras, a 30 minutos del municipio de Rionegro, nos contó emocionada que, sin su EPS, no habría podido escuchar los latidos del corazón de María Antonia, su hija, concebida en plena pandemia y con un diagnóstico de hipertensión como contexto. Como Yely y María Antonia, todos tenemos derecho a la esperanza.
Además de aseguradoras del cuidado de la vida, las EPS son las que rinden cuentas de los recursos públicos para la salud y se adelantan a las necesidades de los pacientes para sostener su bienestar y satisfacción. Fernando Bedoya, usuario de la IPS Sura Comfama en Medellín, nos confió que, gracias a un chequeo preventivo, un diagnóstico y un tratamiento a tiempo, se curó de un cáncer de próstata. Luz Mary Zapata, usuaria en La Ceja, celebró que no hizo falta contactar a su EPS para programar el examen anual para prevenir el cáncer de seno: Sura se adelantó y la llamó para realizar la mamografía antes de que ella lo hiciera.
Prevención, autogestión y apoyo sociofamiliar hacen parte de aquello que llamamos salud, que para Comfama se define como la posibilidad de disfrutar la vida: esa sinergia de nuestras energías vitales, emociones y pensamientos, que gestionamos día a día desde nuestros hábitos y que instituciones personas con vocación de servicio y amor protegen, promueven y conservan. Muchas de esas instituciones, hay que decirlo, son cajas de compensación (que aseguramos el 30 % de la población y aportamos casi el 15 % de las camas hospitalarias del país, sin contar nuestra inmensa cobertura en salud preventiva y cuidado a más de 20 millones de colombianos). La salud, además, nos permite comprender nuestra existencia desde una perspectiva integradora porque todo el tiempo se relaciona con el hábitat, los ecosistemas, la economía, la alimentación, la equidad social, la posibilidad del goce, el conocimiento, los sueños y el progreso.
Finalmente, la salud es también diálogo, no solo porque hablar nos conecta y sana, sino porque nos permite, desde orillas diferentes, construir acuerdos y un futuro compartido. Estado, empresas, organizaciones no gubernamentales, instituciones educativas, parques, familias, abuelos, padres, niños… todos hacemos parte de esta conversación que nos atraviesa desde lo más vital. Por eso, si pensamos en la salud como un verbo, no queda otro camino que conjugarlo juntos.