Una de las principales respuestas para la reactivación económica y la salida a la crisis que nos ha traído la COVID-19 está en un modelo económico y social que lleva 200 años operando, y en el que ya están inmersos tres millones de organizaciones, más de 1.200 millones de personas en el mundo y casi siete millones de colombianos: el cooperativismo.
Esto ha sido entendido por el Gobierno nacional, que le ha venido otorgando al sector solidario y a las más de 3.500 cooperativas de Colombia un papel fundamental en la reactivación económica. Así lo muestran hechos como la creación de la Comisión Intersectorial para el Fortalecimiento y Consolidación del Sector Solidario, a finales de 2020; el reconocimiento de su papel en el desarrollo del país y en la reactivación a un nivel de política pública, a través de un documento del Consejo Nacional de Política Económica y Social, CONPES, que ya está publicado para aportes de la sociedad civil, y en el que reconoce que las formas asociativas de economía garantizan a sus miembros participación y acceso a formación, trabajo, propiedad, información, gestión y distribución equitativa de beneficios.
La extensa historia de logros y sostenibilidad del cooperativismo, la capacidad de respuesta demostrada por la economía cooperativa y solidaria ante la reciente y anteriores crisis económicas y sociales, corroboran su papel en la estabilización, en mantener o crear puestos de trabajo, y en aportar salidas financieras y sociales a sus asociados y a las comunidades afectadas.
La crisis sanitaria por la pandemia, aunque acentuó las desigualdades y derivó en pérdida de empleos y cierre de empresas, también evidenció la alta resiliencia de las cooperativas y la necesidad de que la sociedad adopte mayormente un modelo económico orientado al bien común, basado en la solidaridad, que ya existe y es la esencia de las cooperativas. Por eso, en medio de este contexto, no cabe duda de que este es el momento de las cooperativas.
En medio de la pandemia las cooperativas colombianas han adoptado múltiples formas de solidaridad, connaturales a su esencia y a su misión, incidiendo positivamente no solo en sus asociados y sus familias, sino defendiendo puestos de trabajo, aplicando múltiples formas de apoyo en créditos y servicios financieros, utilizando y creando fondos sociales y de solidaridad, extendiendo campañas de bienestar, recreación, educación y motivación para el cuidado y autoprotección, y optimizando los canales digitales, entre otros. Y la población se mantuvo y cree cada vez más en las cooperativas. A pesar de la disminución en la producción y la pérdida de empleos en el país, el sector cooperativo presentó cifras positivas en materia de colocación de crédito, captación de recursos y aportes de capital.
La economía solidaria, por su sentido social, permite que las comunidades trabajen en colectivo y sean más resilientes en momentos de crisis. De ahí la importancia del sector cooperativo pues además de tener bancos, cooperativas financieras y fondos de empleados, tienen un trabajo asociativo que hace más fácil la reactivación económica.
La mayoría de las cooperativas en Colombia ofrecen sus servicios a personas que no tienen acceso a otras alternativas bancarias, debido a su perfil socioeconómico y geográfico. El sector cooperativo promueve la producción y los servicios, el emprendimiento, la formalización del trabajo y de empresas, aporta a mejorar las condiciones de los trabajadores independientes y prestadores de servicios potenciando su oferta individual, además de contribuir a la satisfacción y bienestar de sus necesidades vitales.
El modelo básico del negocio financiero de las cooperativas y en general, tiene presente históricamente dos factores fundamentales para su orientación: rentabilidad y riesgo, sin embargo, en las cooperativas se adiciona un tercer factor: El propósito, que no es otra cosa que toda la conceptualización banca ética, banca responsable y donde la prioridad es persona o asociado, la comunidad y la sostenibilidad, siempre procurando un buen desempeño financiero de la entidad, orientándose a atender necesidades como, la salud, la vivienda, educación, ahorro, inversión, financiación, y por el momento un especial énfasis en el apoyo al emprendimiento y a las microempresas.
El cooperativismo aporta a la generación de ideas de negocio, a la formación, creación, fortalecimiento y financiamiento de los emprendedores. Este es un renglón vital en el que las cooperativas, en especial las de actividad financiera, tienen un papel clave, pues las mipymes representan un 99,6% del total de tejido empresarial, generan cerca del 80% del empleo formal, pero al menos un 62% de ellas en Colombia no cuenta con acceso a préstamos y servicios financieros necesarios.
En una época aún con desafíos y falta de claridades en lo sanitario, en lo económico y lo social, el movimiento cooperativo y en especial la banca cooperativa, centrada en su identidad y en los principios de solidaridad y cooperación, pueden responder con mayor flexibilidad, agilidad y con una alta orientación a la acción y excelencia en la ejecución, a la recuperación de la economía. El sector cooperativo está en una posición estratégica, para hacer de este momento de reactivación económica, el momento de las cooperativas.
Cómo antaño, el cooperativismo vuelve hoy a cumplir su rol histórico en beneficio de la humanidad. Así como en la crisis social y económica producida por la «revolución industrial» este noble modelo empresarial de economía solidaria se pone en pie para dar respuesta al deterioro que sufren los pueblos golpeados por la pandemia del COVID 19.
Viva el cooperativismo por siempre!!!