El introvertido inadecuado
En Occidente, vivimos en la sociedad de la elocuencia: la habilidad para comunicarse se valora sobre todas las cosas, y aquellos que se venden a sí mismos de forma obsesiva, parecen ser los únicos profesionales de valor. La forma reina absoluta, y a menudo el fondo pasa a segundo plano.
Esta percepción de que la “sobre comunicación” es la virtud más importante de un individuo o grupo, se refuerza desde la más tierna infancia: a menudo los profesores estampan en el boletín de un alumno callado la frase lapidaria: “necesita comunicarse más”. ¿Quién es el que necesita eso?
Por si le quedaban dudas a dicho niño o niña, sus padres refuerzan esa percepción de inadecuación tratando este relativo silencio como muestras de infelicidad o señales de algún problema serio.
Lo que para el niño era simplemente una característica suya, como podría ser el color de su pelo, pasa a tener una valoración negativa y pasa a ser vivido como un problema: en contra de sus gustos, de su tendencia natural y de sus habilidades innatas, si quiere ser aceptado tendrá que estar relacionándose con otros la mayor parte del tiempo.
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Vertido hacia dentro y vertido hacia fuera
Lo que todo esto refleja es una falta de conocimiento de dos polos opuestos pero saludables de la personalidad humana: los introvertidos y los extrovertidos.
Según Carl Jung los introvertidos se sienten cautivados por su mundo interior, sus pensamientos y sentimientos. Su fuente de fortaleza y energía está dentro y adentro es donde tiene que ir para crear y recargarse. Sigue de forma instintiva la recomendación de San Agustín.
“Noli foras ire, in te ipsum redi. In interiore homine habitat veritas” No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el interior del hombre está la verdad.
No se trata de un ermitaño, aunque algunos puedan serlo, ni un misántropo. La inmensa mayoría es amigable y disfruta de la compañía de los demás… en dosis que le resultan cómodas. En resumen, el introvertido es “vertido hacia dentro”.
Si el introvertido encuentra su fuerza interior en la soledad, el extrovertido, vertido hacia fuera, reposta en el exterior y el contacto con otros.
La diferencia entre uno y otro es donde tiene su “gasolinera”. Nada tiene esto que ver con la timidez. La timidez es el miedo a la reprobación social o a la humillación, mientras que la introversión es un preferencia por entornos donde el “volumen” de la interacción social es más bajo. Al contrario de la timidez, que es inherentemente dolorosa para quien la sufre, la introversión no es un problema para el individuo, a no ser que pase a verlo como un problema. Aunque hay casos en los que ambas características se presentan en un mismo individuo, no son sinónimos ni tienen por qué ir de la mano.
Al ser características independientes, pueden darse diferentes combinaciones, como por ejemplo extrovertidos tímidos. Un ejemplo conocido es Bárbara Streisand, que padece un pánico escénico arrollador. En el ejemplo opuesto, el introvertido seguro de sí mismo, tenemos a Bill Gates, que mantiene una distancia social sana para él, a la vez que muestra una cierta indiferencia hacia la opinión que los demás tienen sobre él.
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Introvertidos y extrovertidos en el mundo laboral
De la misma manera que introvertidos y extrovertidos “repostan” de forma diferente, también tienen características distintas en la empresa. Los extrovertidos suelen abordar los problemas con rapidez, toman decisiones ágiles, y a veces precipitadas, y se sienten cómodos haciendo varias cosas a la vez y asumiendo un nivel más alto de riesgo.
Por el contrario, los introvertidos actúan de forma más lenta y deliberada. Prefieren centrarse en una sola tarea y entender a fondo el problema y la solución. Suelen ser menos impulsivos y más reflexivos. También se ven menos tentados por encantos “sociales” como fama o riqueza.
Pueden tener habilidades sociales desarrolladas y saber disfrutar de fiestas y reuniones de trabajo, pero a sabiendas que cuando están en ellas están “consumiendo energía”, que luego tendrán que reponer.
Escuchan más de lo que hablan, piensan mucho antes de hablar y a menudo sienten que se expresan mejor por escrito que por voz. No suelen enviar audios por Whatsapp, sino mensajes de texto. A menudo profesan horror ante las charlas intrascendentes, pero se deleita en diálogos reflexivos.
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El poder oculto del introvertido
En Occidente hoy en día apreciamos poco el silencio y vivimos en un entorno de estridencia social con miles de inputs de interacción social que nos alcanzan en todo momento, y a través del móvil nos llegan hasta en los momentos de mayor intimidad. Se trata de un entorno tóxico para el introvertido que se ve asaltado por todos los frentes.
Si a esto unimos la percepción del entorno (¡desde la infancia!) que a estas personas “les pasa algo” es evidente que estamos anulando sus virtudes y perdiendo parte de lo que pueden aportar.
En EEUU, sociedad que valora la extroversión de manera casi obsesiva, se calcula que entre un 30 y 50 % de la población es introvertida. Estos porcentajes probablemente sean similares en otras culturas occidentales, que suelen ser más “ruidosas” que las orientales.
Aunque en la lista Forbes abunden los varones extrovertidos, no son los únicos. Existen muchos líderes introvertidos en diferentes areas del conocimiento. Algunos ejemplos son Nelson Mandela, Bill Gates, la Madre Teresa de Calcuta. Incluso en política, donde uno de los mejores oradores de los últimos tiempos en EEUU se califica como introvertido: Barack Obama.
Los introvertidos son tan necesarios como los extrovertidos y ambas personalidades son interdependientes. Incluso hay indicios de que el liderazgo introvertido es más tranquilo y seguro, y proporciona mejores resultados a medio y largo plazo.
Si desconocías esta variación de la personalidad humana, así como sus puntos fuertes y débiles, es hora tal vez de mirar con otros ojos tu plantilla. ¿Tienes un entorno que permita que estos empleados sean más productivos? El introvertido lleva dentro un potencial enorme de liderazgo seguro y reflexivo. En una sociedad con cambios constantes, con un ruido ensordecedor y una velocidad jamás antes experimentada, marcada por el burnout y las renuncias post-pandemia (que afectó con especial dureza a los extrovertidos), tal vez sea el momento de poner en el timón a alguien que salió reforzado de la pandemia, que mantiene la sangre fría sin la presión de actuar de inmediato, sin el afán de velocidad exagerada o de protagonismo estridente, que desea y necesita escuchar y entender los problemas antes de ofrecer una solución, con afinidad natural para crear entornos de templanza: es decir, un introvertido.
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