Con timidez se ha reconocido que la tecnología digital cambiaría nuestras vidas. Ciertamente, la pandemia mundial aceleró el convencimiento –también de las empresas– de confiar en el formato digital como alternativa al trabajo análogo al que por años nos hemos acostumbrado.
El salto cultural que ha generado este momento histórico no sólo está acompañado del despliegue en nuestros hábitos (teletrabajo, clases virtuales, telemedicina, entre otros), sino que, además, por el nuevo paso en la internet: la aparición del metaverso.
Esta tecnología permite que las personas interactúen en tiempo real en un espacio virtual, prescindiendo de dispositivos planos como las pantallas para ingresar a una inmersión total, es decir, ser parte en el mundo digital. Esta revolución en el uso de la internet abre nuevas formas en nuestras vidas e, incluso, en las empresas.
La habitualidad con la que utilizaremos esta tecnología es equivalente a la aparición de las páginas web en internet. Por más de 30 años, la “Word Wide Web” ha dominado el ingreso a lo digital, sin embargo, en un par de años, no estar en el metaverso será como no tener una web y, por lo tanto, no tener presencia en internet.
Para el 2023, se estiman miles de millones de dólares para el desarrollo de esta tecnología. Y es que industrias tales como la moda, construcción, videojuegos, el retail, entre otros, han optado por trasladar sus estructuras tangibles a modelos intangibles en el metaverso. Días atrás, la gigante de Microsoft adquirió Activision Blizzard, una empresa de videojuegos, por una cifra cercana a los US$70.000 millones, en una señal directa de pretender liderar la era del metaverso; y, en esos mismos días, se dio a conocer la compraventa de una parcela virtual por una transacción superior a las US$ 2 millones, lo que abre el mercado del metaverso a múltiples usos, estableciendo una tendencia que crece sin fin.
Desde la mirada con que desarrollamos esta tecnología, el metaverso ofrece –grosso modo– dos dimensiones de uso para las empresas: una de uso interno, para con sus trabajadores, y otra externa, para con sus clientes. Es una tecnología que forja empresas eficientes y eficaces, puesto que permite –por ejemplo– a una minera realizar una capacitación de seguridad en una faena sin tener que concurrir a ella; así como mejorar la experiencia de consumo en una marca de ropa, ya que el cliente podría vivenciar el producto como si realmente estuviera frente de su nariz.
La tecnología permite replicar cualquier objeto dado en la naturaleza con un altísimo grado de exactitud, reproduciendo cualquier acción humana en una acción digital, minimizando así los impactos que la naturaleza —lógicamente— nos presenta día a día. Esta nueva era es un desafío para las empresas, pues deberán adecuar su arquitectura a estructuras híbridas que transitarán de lo análogo a lo digital, y viceversa, como si ambas compusieran un mismo cuerpo.
Incluir el metaverso en las empresas conlleva implementar cambios de paradigmas en que lo digital ya no es una alternativa del futuro, sino que es la vía primordial del presente. La experiencia humana no se adelgaza si se utiliza esta tecnología, por el contrario, se expande a otros límites de lo posible. De allí que comprender sus alcances e incorporarlos rápidamente permitirá aprovechar sus beneficios, los que se expresan en empresas preparadas para los tiempos venideros.
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