La masacre de París, sólo es una muestra de que hay personas que a través de sus enseñanzas influyen en los comportamientos de jóvenes de una forma radical. El matar sin remordimientos y suicidarse sin sentido alguno, es un comportamiento anormal provocado por años, o tal vez unos pocos meses, de enseñanza que dedicaron a estos jóvenes. La preocupación está en si los padres dedicaron suficiente tiempo a educar a estos hijos en valores de lealtad, espiritualidad, amor y valor a la vida. Si esto no fue así, estos seres crecieron con mentes débiles a los que fácilmente se pueden inculcar creencias falsas y comportamientos violentos.
Los que somos padres tenemos una responsabilidad única e intransferible: sacarle tiempo a nuestros hijos para enseñarles un solo camino: el de Dios, el del verdadero ser que nos creó, el cual vino para darnos vida y vida en abundancia, para traer paz, no como la da el mundo, sino una paz interna real, que nos permite amarnos unos a otros sin odios, y amarnos a nosotros mismos con una sola misión: servir a los demás. Si no hacemos esto no solamente aparecerán en la vida de nuestros jóvenes estos grupos armados violentos, sino también muchas religiones que dicen ser de “Dios” e inculcarán en ellos comportamientos contrarios como los ocurridos en los pasados días en Francia.
Nuestra realidad es que sí estamos en guerra y es mundial, y no podemos dejar ganar a aquellos que con astucia y artimañas tocan a nuestra juventud para introducir en sus cerebros comportamientos violentos y enseñanzas que van en contra de toda nuestra esencia.
Mi llamado es a tener un equilibrio entre el trabajo y la familia, dedicarles más tiempo a los hijos, tiempo valioso en el cual los acerquemos a Dios, a ese ser que nos dio la vida y nos enseña a respetarnos y amarnos. Si este cimiento viene de familia, difícilmente nuestros jóvenes podrán tener lavado de cerebro. Los comportamientos son provocados por costumbres y creencias y estas tienen que venir de una verdadera crianza que empieza en casa, cuando nuestros niños salgan de casa y empiecen a relacionarse con la sociedad violenta y sin valores ya no habrá poder humano que cambie esas enseñanzas que les hemos dado, y solo el poder divino les hará discernir entre el bien y el mal, y con seguridad tomarán el camino correcto.
¡Dediquémosle tiempo significativo a nuestros hijos y hagamos de ellos hombres al servicio del bien y no del mal, acerquémoslos al verdadero Dios y con seguridad Él nunca los dejará desviarse del camino, porque es un pastor fiel que cuida de sus ovejas!