Hace 40 años, cuando concluí mi etapa escolar, la carrera de sistemas estaba en auge. Siendo muy buena en matemáticas y con el deseo de tener acceso a un computador, opté por estudiar ingeniería de sistemas. Es curioso, porque durante mi tiempo en el colegio, soñaba con ser científica. Me quedaba en los recreos realizando experimentos de química y acudía los sábados a laboratorios de física de manera voluntaria. Aquello me hacía objeto de cierto matoneo, un fenómeno al que en esa época no se le daba la importancia que se le otorga hoy en día.
En aquel entonces, no contábamos con muchas herramientas para elegir una carrera profesional. Sin embargo, la providencia intervino en mi favor; obtuve una beca para estudiar en Alemania. Mi fascinación por el análisis me llevó a convertirme en lo que hoy llamamos «científica de datos».
Ahora bien, los científicos de datos como yo empezamos a enfrentar un nuevo desafío: ¿Hasta qué punto la inteligencia artificial (IA) podría reemplazarnos de una forma más eficiente y económica? Este es un tema recurrente de discusión en mi hogar, ya que mi esposo también ha dedicado su vida a analizar datos y crear modelos. Además, es un asunto que comparto con mis compañeros de trabajo.
Hemos llegado a la conclusión de que la inteligencia artificial es una herramienta sumamente sofisticada, pero sigue siendo eso, una herramienta. Nos permite realizar análisis más eficientes, conseguir mejores resultados en menos tiempo, pero siempre requerirá de un experto que entienda el negocio y sepa utilizar la tecnología de forma adecuada.
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En este sentido, está en nuestras manos adaptarnos y mejorar nuestra eficiencia. Tenemos la responsabilidad de ajustar nuestros procesos y utilizar estas herramientas de la manera más productiva posible. El objetivo final es generar un mayor bienestar para todos. Soñamos con un futuro en el que tengamos más tiempo para lo que realmente importa: la familia, el cuidado del medio ambiente, el disfrute y la creación de arte, así como el desarrollo espiritual.
La adaptación y la flexibilidad son esenciales en esta era de rápida evolución tecnológica. No solo depende de nosotros como individuos, sino también de quienes tienen la capacidad de generar empleo y oportunidades. La inteligencia artificial está transformando numerosas industrias. Pero siempre requerirá de la intervención humana para ofrecer insights que solo una mente experimentada en el negocio podría proveer.
Por lo tanto, aunque las herramientas cambien y se vuelvan más sofisticadas, la necesidad de expertos capacitados para interpretar y aplicar la información nunca desaparecerá. Depende de nosotros asumir este reto con optimismo y preparación, recordando siempre que, en última instancia, la tecnología está aquí para mejorar nuestras vidas, no para reemplazarnos.
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