Ana recuerda que, en su niñez, se iba a la cama escuchando maravillosas historias contadas con gran detalle por su padre y tal vez fue allí cuando aprendió sus primeros conceptos acerca de los riesgos, imaginándose a aquellos cerditos corriendo hacia una casa más segura, para sentirse a salvo. En un abrir y cerrar de ojos, Ana se vio al frente de la Gerencia de la empresa textilera de su familia, ampliamente reconocida en el mercado y exportando más del 80% de su producción.
Ana descubrió que la gestión de riesgos no solo se trata de minimizar pérdidas, sino de crear una base sólida para la competitividad empresarial. A través de prácticas cotidianas, las organizaciones pueden anticipar escenarios, capitalizar oportunidades, operar de manera eficiente y segura en un mercado cambiante y exigente. Una estrategia efectiva de gestión de riesgos puede convertirse en el habilitador para el éxito empresarial a largo plazo.
Para potenciar la competitividad de las organizaciones y favorecer la conquista de sus desafíos, la Gestión de Riesgos debe ser un acto cotidiano, consciente y sistemático. Si una o varias personas están en capacidad de hacerlo una y otra vez, de manera natural e intuitiva, en los momentos y escenarios en los que se requiere, podemos decir que la empresa ha aprendido a gestionar riesgos de manera cotidiana. Así mismo, si en las diferentes áreas se siente, piensa y actúa con convicción y conocimiento de lo que se hace; (esto incluye prácticas, procesos, procedimientos y actividades) la organización se comporta de manera consciente frente a la gestión. Y decimos que es sistemático si actúan de acuerdo con unos lineamientos coherentes, conectados, en permanente desarrollo y que dan cuenta del logro progresivo de los objetivos trazados, conduciendo estos a la materialización de la estrategia que ha sido declarada desde la alta dirección.
Un modelo de gestión de riesgos de estas características eleva el nivel de madurez logrando integralidad, anticipación y evolución. La habilidad de actuar coherentemente bajo un mismo objetivo, reaccionar proactivamente a las señales y cambios que observamos en el entorno, nos impulsa a transformarnos, adaptándonos a circunstancias cada vez más dinámicas para permanecer relevantes, afines y mejor posicionados frente a los retos y las demandas cada vez más retadoras de nuestros clientes y demás grupos de interés.
Todo lo anterior, se potencia y fluye a través de organizaciones que gozan de estilos de liderazgo que favorecen aspectos claves como el aprendizaje continuo, no solo referenciado en las mejores prácticas a replicar, sino también a partir de los errores y situaciones en las que aparentemente no acertamos, pero que somos capaces de capitalizar para seguir avanzando con mayores certezas y quizá mayor foco en los objetivos trazados.
Las formas como permitimos y propiciamos la amplia participación, incluyendo a todo aquel que hace parte de la cadena de valor sin distinción de rango, ubicación geográfica, etc. se convierte en un elemento clave junto con la habilidad de comunicarnos, de escucharnos, de resaltar aquello que nos une y nos hace ser equipo. Reconocer juntos el camino recorrido y hacer ajustes que nos permitan no solamente evitar aquellos eventos adversos que nos atemorizan y quisiéramos mantenerlos apartados, casi “dominados”, sino visibilizar, movilizar y habilitar aquellas situaciones o “riesgos positivos”, para propiciar que la empresa atraiga el Talento Humano que desea conquistar, mejore su posicionamiento en el mercado, alcance los niveles de productividad, los indicadores financieros, las exportaciones y todo aquello que se proponga. Esto, a partir de una base sólida de gestión de riesgos, que por supuesto no se circunscribe ni se limita a un área, proceso o función, sino que hace parte de la cultura: “lo que somos y hacemos” en la empresa y que permea a sus aliados, aportando así al cumplimiento local y global de los Objetivos de Desarrollo Sostenible – ODS y al fortalecimiento de ese tejido del cual hacemos parte, al que permanentemente afectamos de forma positiva o negativa con nuestras prácticas y que nos devuelve esos impactos, de manera recíproca y sistémica.
Gracias por hacer fácil el entendimiento de lo importante que es la gestión de los riesgos y el liderazgo que permite la participación de todos.