Si las “técnicas” para trabajar en equipo son mandamientos sin contexto que no hablan a ese individuo de un “para qué”, se convertirán en instrucciones externas desde las cuales “yo debo hacer equipo” porque sí. Cuando a una persona no le hace sentido, no conecta.
La formación para el trabajo en equipo ha mejorado el desempeño de muchas de nuestras empresas y nos hemos vuelto más eficientes al contar con grupos de líderes y colaboradores alineados con la estrategia, plenos de competencias para el trabajo colaborativo. De ello, da constancia las certificaciones que hemos logrado con universidades o institutos quienes nos traen los últimos conceptos humanísticos en paquetes de conocimiento muy bien presentados y con herramientas fáciles de aplicar: escalando en rocas, jugando con fichas, bailando, con humor, a través de lecturas, con sesiones de coaching; y de cientos de maneras más, hemos aprendido a crear “Equipos de Alto Desempeño”.
Sí, y además; algunos de los líderes de nuestras organizaciones y gestores del talento humano me han manifestado dificultades para que estas teorías se llevan a la realidad en el trabajo coordinado y la comunicación de los grupos. Dicen ellos que sus colaboradores parecen olvidar los mandamientos y los preceptos de sus cursos a la hora de coordinar el trabajo en equipo, bien sea porque se enfocan en los resultados del negocio a costa de otros componentes como el clima de trabajo o la salud y la seguridad, o porque, sus relaciones son permisivas y al priorizar la creación de “ambientes felices” elijen no aplicar las sanciones o el seguimiento necesario para el logro de resultados equilibrados.

Néstor Eduardo Gómez G.
Gerente Organización SENTIDO COMUN
¿Dónde está el corto circuito?
En la búsqueda de tantas explicaciones elaboradas, nos hemos alejado del sentido común y se nos hace invisible lo más simple: la gente con la que trabajamos son seres humanos. Esto quiere decir que cada uno de ellos es una persona que busca sentido constantemente y que cuenta con una experiencia de vida única, con sus propios y originales significados y emociones, desde las cuales ha construido su proyecto vital. Por ello, si las “técnicas” para trabajar en equipo son mandamientos sin contexto que no hablan a ese individuo de un “para qué”, se convertirán en instrucciones externas desde las cuales “yo debo hacer equipo” porque sí. Cuando a una persona no le hace sentido, no conecta.
Así, ya no estaríamos requiriendo sólo de acciones de formación para el trabajo en equipo, sino también de estrategias de transformación que les permitan a los colaboradores coexistir y coordinar con otros, negociando pacíficamente sus intereses. Este proceso de transformación de la cultura se inicia con el “despertar” de la conciencia individual a través de acciones de formación, símbolos y conversaciones que le permitan “darse cuenta” de las creencias desde las cuales cada uno se relaciona consigo mismo. Saber que la realidad no “es” sino que cada persona la vive desde sus aprendizajes, le permite a cada ser humano observarse como protagonista y elegir un futuro deliberadamente construido. Más allá de un ejercicio de motivación personal, es un llamado a vivir su grandeza como individuo, y la transferencia de herramientas sencillas para hacerse responsable y co-responsable de su entorno y de su comunidad. Dichas herramientas les permiten a cada persona desaprender y re-aprender significados y hacerse consciente de emociones que lo hacían una víctima pasiva de su historia y de sus circunstancias, para llevarlas a nuevas acciones coherentes con su propósito vital. Esta persona que ha renovado su amor propio comienza a fluir con competencia en su desempeño y asume el control de su día a día, haciéndose más presente en cada momento y más “maravillada” con la vida.
Este elemento lo podemos llamar el componente Ético.
Cuando la persona se hace cargo de sí misma y se encamina a darse la “mejor vida”, inmediatamente se da cuenta de que habita en sistemas de relación con otros que también merecen desarrollar todo su potencial. Desde la emoción de compasión reconoce a otros seres humanos que se cuidan y cuidan de los demás como opción fundamental. Y con ese respeto por la dignidad del “otro” valida los acuerdos como las herramientas que hacen posible la convivencia saludable y segura: le encuentra sentido a las normas en las que están representados sus intereses. Afirmar el acto de confiar en los demás a través de los pactos y aprecia dichos pactos como el trámite pacífico de los conflictos naturales en cualquier sistema de relación. Hacerse responsable de los acuerdos expresados en normas incluye la conciencia plena de las sanciones y los procedimientos para resarcir las faltas. Este individuo comienza a participar como ciudadano, dentro y fuera de la empresa. Este elemento hay que llamarlo por su nombre: se llama política.
Ya habrán advertido que no es tan sencillo ni tan de corto plazo, pues la cultura que proponemos desaprender en nuestro momento y en estos países, comparte una característica con respecto a lo que significa lo político: “eso no es conmigo”. Hoy en Colombia la ciudadanía y el nivel de información de los gestores de talento humano son incipientes. Tenemos un desafío gigante en asumirnos como gestores de esta cultura del “estar con otros” desde los acuerdos conscientes, dentro y fuera de la compañía.
Al mismo tiempo es sencillo. Pues los seres humanos somos solidarios por naturaleza. El sentido de humanidad es un sentido común y nuestro primer instinto es el amor. La competencia, la dominación, la segregación son aprendidos, y es posible elegir trascenderlos. Entonces apelar a lo básico vuelve a ser nuestro recurso, integrando los procesos de formación en habilidades de equipo, los de transformación en la cultura política a uno nuevo, exigente y amoroso llamado a la trascendencia: porque toda persona que ama la vida propia y la de otros, reconoce las conexiones perfectas con la vida como sistema. Como consecuencia, los equipos y con ellos las organizaciones se convierten en empresas productivas que hacen una sociedad abundante en la que con ciudadanos más participativos y con sistemas de gobierno transparentes, habrá calidad de vida para todos (y para todos los seres vivos). Entonces nuestra gestión humana renovará su misión y pasaremos a ser inspiradores de seres y comunidades responsables de sus relaciones, de su entorno y de su contribución: de ciudadanos ecológicos.