Bajo una visión pragmática, la efectividad de una inversión debe analizarse desde varios aspectos. A las nociones básicas de retorno deben sumarse factores determinantes como el conjunto de riesgos inherentes, los sustitutos directos y la capacidad de acceso de los inversionistas en cualquier grado de especialización. Hoy en día, las inversiones relacionadas con la finca raíz ofrecen un conjunto de características que las hacen muy atractivas, constituyéndose en un pilar importante de oportunidades para hogares, empresas e inversionistas especializados.
En primer lugar, es importante destacar que la inversión en finca raíz permite adaptarse a diferentes tipos y perfiles de inversionista. En el caso de los hogares, cuyo perfil de riesgo es usualmente bajo, la compra de vivienda para habitar es una gran oportunidad, en tanto adicional al beneficio derivado de su utilización, comúnmente la vivienda experimenta periodos prologados de valorización, lo que permite asegurar y rentabilizar su inversión.
Para las empresas e inversionistas especializados, e incluso personas naturales, la compra directa de bienes inmuebles permite un retorno procedente de diversas fuentes como la renta, la valorización de mediano plazo, las inversiones de compra-venta de corto plazo a precios de mercado o “flipping”, y la posibilidad de apalancar inversiones de mayor cuantía.
En segunda instancia, la finca raíz comprende un panorama de riesgos bastante bajo. Capacidad de realización de la inversión o grado de liquidez, lenta depreciación, generación de valor agregado mediante su remodelación y adecuación, y mínima exposición a riesgos derivados de su uso, hacen que la finca raíz se convierta en una inversión idónea.
Respecto a otras inversiones, la finca raíz tiene particularidades que la sitúan en un mejor contexto. La primera de ellas es la continuidad de su valorización. Durante la última década, la vivienda nueva ha registrado valorizaciones positivas en el 98% de las veces, a diferencia de lo que ocurre en los activos del mercado de valores, donde este indicador no supera el 69%. De igual forma, la menor volatilidad en los índices de precios de la finca raíz favorece las inversiones de largo plazo. Desde el año 2001, la volatilidad en los precios promedio de la vivienda ha sido un 37% menor a la volatilidad presentada en los índices accionarios. Por último, la participación en el mercado inmobiliario y la rentabilidad asociada a la actividad edificadora puede materializarse hoy en día mediante nuevos vehículos de inversión. Estos fondos tienen dentro de sus portafolios inversiones en proyectos de construcción, inmuebles terminados residenciales y no residenciales, y participación en nuevas empresas (start-up).
Seguir invirtiendo directa o indirectamente en finca raíz y construcción es una receta que proporciona los réditos esperados. El mercado se trasforma, los ciclos productivos acentúan su ritmo, y ante las diferentes coyunturas económicas, la finca raíz y la construcción siguen siendo una fuente importante de oportunidades de inversión en Colombia.
La oportunidad con la vivienda
La diversidad de la oferta actual, las expectativas favorables de las tasas de interés, con un mayor plazo para el pago de la cuota inicial, y con los beneficios para los hogares generados por los programas de vivienda del Gobierno Nacional, se crea el ambiente apropiado para la inversión en vivienda nueva. De la oferta actual, 7 de cada 10 viviendas tienen un precio inferior a $250 millones, y un 26% son Viviendas de Interés Social. Un rasgo muy positivo del mercado es que en la actual oferta de proyectos de vivienda hay opciones para todos los niveles de ingreso, y eso amplía las posibilidades de inversión de los hogares. De acuerdo con los datos de Coordenada Urbana, en Colombia existe una oferta de 129.736 unidades de vivienda nueva para atender la necesidad habitacional e inversión de los colombianos. En todas las regiones del país existen proyectos constructivos de vivienda que conforman esa oferta, siendo las regiones de Antioquia (20.952), Bogotá (18.175), Cundinamarca (18.930), Valle (14.862) y Santander (9.954), las de mayor participación.