«Si entendemos “por qué las personas cometen fraude”, evidentemente podremos desarrollar “inteligencia” que permita encontrar alertas tempranas que impidan la materialización de actos deshonestos. Es aquí donde la “inteligencia contra el fraude” cobra verdadero sentido.»
Todos nos hemos visto afectados directa o indirectamente por ocurrencias de fraude, abuso y corrupción, más aún en tiempos de pandemia donde la crisis afecta en gran medida a toda la población, resaltando el motor productivo que representan las empresas, entidades públicas y privadas. Los problemas económicos y financieros se han hecho vigentes en esta época de dificultad y con ello la búsqueda de oportunidades poco éticas en algunos casos.
Ha cobrado vigencia la teoría del triángulo del fraude de Donald Ray Cressey, sociólogo y criminólogo norte americano de los años 50, quien plasmó en ella que los seres humanos, cuando actuamos deshonestamente, mostramos síntomas de presión, oportunidad y justificación, siempre en búsqueda de la excusa perfecta para sentirnos bien librados y no tener ese sentimiento de culpabilidad por el ilícito cometido.
Algunos actúan por las presiones económicas y sociales que tienen en su diario vivir con el fin de cubrir necesidades, obligaciones y hasta por mantener un nivel de vida lleno de apariencias, otros lo ven como una oportunidad, por ejemplo, utilizando a terceros para convertirse en proveedor de la empresa en la cual trabajan y suministrarle lo que hace falta. También se han visto casos en los que se aprovechan de esto debido a las responsabilidades del cargo y permisos, es el caso de una persona que tiene acceso a la caja de la organización y se diga a sí mismo: “lo voy a tomar prestado, en estos días lo repongo” y los que se justifican diciendo a sí mismos “a la empresa en estos tiempos le fue muy bien, la empresa tiene mucha plata, no se van a dar cuenta”.
Esta y muchas cosas más son los hechos que se presentan en la mente de los perpetradores, se auto justifican para no aceptar el hecho corrupto, el típico “Robín Hood” buscando quitarle al “rico” porque tiene mucho y de tanto que tienen “ni se van a enterar o a dar cuenta” por algo que “no representa materialidad”.
Al entender el comportamiento humano orientado al fraude, se ve la necesidad de usar herramientas tecnológicas con el fin de detectar y prevenir acciones deshonestas a las cuales nos enfrentamos a diario. La tecnología es un factor determinante, no solo para detectar situaciones deshonestas, sino para cometerlas también, gracias a que la informática ya no solo se ve “como el fin” sino como “el medio” por el cual las personas cumplen sus objetivos, sean éticos o no.
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En ocasiones y dada la necesidad, las personas recurren a buscar la “oportunidad” para “obtener el dinero que hace falta de la manera más fácil” sin llegar a imaginar lo importarle: las consecuencias, tomando así el riesgo y apostando a la lotería de ser o no sorprendido cometiendo el acto deshonesto.
Según la regla de la propensión al fraude, el 80% de la población es influenciable a cometer actos no éticos, con este porcentaje tan grande se hace urgente la adopción de mecanismos de control que ayuden en la labor de la detección y prevención del fraude, la corrupción y el abuso organizacional.
Si entendemos “por qué las personas cometen fraude”, evidentemente podremos desarrollar “inteligencia” que permita encontrar alertas tempranas que impidan la materialización de actos deshonestos. Es aquí donde la “inteligencia contra el fraude” cobra verdadero sentido al ponerse en los zapatos de la persona que está pensando en perpetrar un acto en contra vía de los valores de la organización.
¿Podemos enseñarle a una máquina a deducir o inferir sobre si un acto es deshonesto o no?. La máquina deducirá lo que el hombre le haya determinado que puede deducir en la medida en que se le enseñe lo que para nosotros los humanos es “un acto deshonesto”.
¿Quién es el humano que le enseña a la máquina si un acto es deshonesto o no?, ¿Quién tiene el poder de juzgar un acto y determinar que no es ético?, son algunas de las paradojas que vive nuestra sociedad hoy en día, lo que es correcto para mi, es incorrecto para otro.
Démosle a las máquinas la capacidad de arrojar alertas tempranas contra hechos de corrupción, fraude y abuso organizacional, pero dejémosle al humano el lío de determinar la naturaleza del acto deshonesto. Apoyemos nuestra labor en la tecnología para hacer de este mundo un lugar mejor y llevemos la ética a todos los rincones de nuestra vida.
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