En los últimos años la palabra emprendimiento se ha puesto de moda. Muchos quieren ser emprendedores, convertirse en su propio jefe y generar empleo, bien sea por que les tocó o porque lo eligieron para su vida. La realidad es que crear empresas se convierte cada vez más en una opción de vida para cientos de miles de colombianos.
Como país, aún no nos sentimos cómodos hablando sobre emprendimiento, no hemos logrado balancear las dos grandes formas de aproximarse a estos temas. Durante años hemos venido recorriendo indistintamente (por inercia, sin estrategia y guiados solo por el afán de ejecución pública) un camino que no diferencia con determinación y propósito. Está el Emprendimiento como Política Social, principalmente pensado para la generación de ingresos, y aquel concebido como una Política de desarrollo económico, capaz de jalonar el crecimiento de la economía colombiana.
La verdad es que, con algunas singularidades muy especiales, el proceso de crecimiento de una empresa es lento y difícil, y si la conversación, los esfuerzos, la instrumentalización de las políticas públicas y los incentivos no comienzan a orbitar en torno a este problema, la relevancia de la soluciones no será determinante para construir un tejido empresarial potente y de talla mundial. El panorama al cual se enfrenta un emprendedor en nuestro país es bastante difícil por distintos motivos y es por esto que de las empresas que emprenden en Colombia, el primer año subsisten 55% de ellas, el segundo el 41% y el tercero el 31%.
Según estudios de la CAF, países como el nuestro son 2 veces más propensos a la creación de nuevas empresas, pero 6 veces menos capaces de generar compañías con más de 50 empleados. Esta condición, imposibilita que nuestro tejido empresarial logre eficiencias que nos permitan comenzar sendas de crecimiento y sofisticación sostenidas en nuestra economía y competir a nivel internacional.
Hoy, cuando el ruido de la novedad comienza a disiparse, debemos entender que el emprendimiento no solo debe enfocarse en la creación de empresas, sino que también -y ahora más que nunca- debe generar las condiciones para que esas compañías crezcan y se fortalezcan en el tiempo. Según el GEM, solo el 6% de las nuevas empresas resisten más de 3.5 años.
“Solo recientemente, la conversación sobre emprendimiento dejó de tener un inevitable sesgo a entender este fenómeno como algo exclusivo para jóvenes y con un inequívoco tono de autoempleo”,afirma Sergio Zuluaga, director ejecutivo de la Asociación de Emprendedores de Colombia (ASEC), organización fundada y operada enteramente por emprendedores, y de la Asociación Latinoamérica de Emprendedores (ASELA), que se esfuerza en apoyar y representar a los cerca de 12 millones de emprendedores que hay en los países de la Alianza del Pacífico (Colombia, Perú, Chile y México).
En ese sentido, esta agremiación busca i) mejorar las condiciones para emprender y hacer crecer empresas en Colombia, liderando conjuntamente la conversación con las preocupaciones y desafíos de los emprendedores para que sean escuchados con mayor volumen y claridad, y ii) apoyar a los emprendedores con servicios sencillos pero relevantes para que su tarea sea un poco más fácil.
ASEC apunta al fortalecimiento de un tejido empresarial sano, competitivo, innovador y de largo aliento, capaz de generar desarrollo económico. “Como país todavía no nos sentimos cómodos hablando sobre emprendimiento porque no hemos podido balancear con determinación y propósito las dos grandes formas de aproximarse a estos temas:”, asegura Zuluaga, quien agrega que “por un lado está el emprendimiento como política social, principalmente pensado para la generación de ingresos, y por la otra orilla aquel concebido como una política de desarrollo económico, capaz de jalonar el crecimiento. En Colombia no hemos podido entender e instrumentalizar esta diferenciación”
Y es que las cifras avalan esta realidad en Colombia. Según la Cámara de Comercio, en el primer año solo subsisten el 55% de las empresas creadas, en el segundo un 41%, en el tercero un 31%, en el cuarto un 25% y solo una de cada 10% supera los 10 años de operación. El Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) señala, por su parte, que países como el nuestro son dos veces más propensos a la creación de nuevas empresas, pero seis veces menos capaces de generar compañías con más de 50 empleados y tres veces menos con más de 10 empleados.
“Está condición imposibilita que nuestro tejido empresarial logre eficiencias que nos permitan comenzar sendas de crecimiento y sofisticación sostenidas en nuestra economía y competir a nivel internacional”, explica el director ejecutivo de ASEC y agrega que “la potencia del emprendimiento no se encuentra en figuras idealizadas, está en el crecimiento y sofisticación colectiva de todos los emprendedores que tienen la motivación, los modelos de negocio y las capacidades de expandirse”.
Sin duda que el emprendimiento trae bondades para la economía de un país y de una sociedad como tal. Sin embargo, es necesario generar las condiciones para que este bienestar se transmita en una realidad y el fenómeno no se quede en una palabra de moda pronunciada por muchos pero carente de valor.